Un
simple paso atrás de su interlocutor en una conversación acrecienta sus
temores.
Con
cada broma o comentario al respecto, se da por aludido.
Y
termina hablando siempre con la mano delante de la boca, lo más lejos posible
de sus interlocutores.
Pero
aun así, resulta imposible hacer desaparecer este problema, que se convierte en
una auténtica obsesión.
Ya
puede lavarse los dientes al menos 2 veces al día, utilizar un dentífrico
“ultra fresco”, masticar chicles de menta o utilizar esos espráis milagrosos
que prometen refrescar su boca en segundos. En un primer momento, nota una sensación
de frescor. Pero, una hora después, vuelve el mal aliento. ¡Siempre es la misma
historia!.
Y
claro, después de tanta prueba infructuosa, uno termina por perder la confianza
en sí mismo.
Si
usted se encuentra en esta situación, voy a contarle dos cosas que
probablemente desconocía.