Lo preguntaba una alumna en clase.
Una vez explicado y dicho que "lo primero necesario y que da sentido a casarse es el AMOR
que haya en la pareja y su compromiso de cuidar ese amor, pensando ya no sólo
en uno mismo sino también en el otro" ("en el otro" entendido como la
pareja y los hijos que decidan tener) esta alumna añade otra pregunta:
- "Sí, pero si yo me quiero casar por la Iglesia, ¿por qué tengo que
confirmarme?; y si ni siquiera estoy bautizada... ¿cómo va a ser eso?".
...
Diversidad.
Existen infinidad de fórmulas para la vida en pareja para la inmensa
diversidad que hay al respecto y todas pueden ser válidas mientras en ellas se
haga vida el camino de felicidad que cada cual decida vivir. Lo esencial en
TODAS ELLAS es ese amor del que hablábamos antes; sin ese amor... lo demás
carece de sentido, sea lo que sea.
Hay parejas que sencillamente "se juntan" y deciden estar así, no
optan por otras maneras porque consideran que así ya alcanzaron todas sus
expectativas.
Otras se casan pero lo hace "por lo civil": a través de un
juzgado en el que formalizan su unión.
Algunas realizan ritualismos de tipo cultural, mítico,... para simbolizar o
expresar en ello esta misma unión.
Hay parejas que siendo fieles de confesiones distintas a la cristiana lo
hacen mediante su ritualidad de su religión.
Finalmente, están las parejas que deciden "casarse por la
Iglesia", como popularmente se dice, interviniendo en este caso la
mediación de toda la Comunidad Cristiana y sobre todo la fe en Jesucristo quien
da a la promesa o compromiso de amor que la pareja expresa recíprocamente el
valor que existe en la unión de la Iglesia con Jesucristo.
¿Qué tienen en común todas estas maneras?: el AMOR, la expresión de amor de
esa pareja que deciden entregarse el uno al otro como expresión de ese amor sin
dejar de ser ellos mismos, sin subyugación de ninguno de ellos al otro.
¿A qué se compromete la pareja que decide "casarse por la
Iglesia"?.
Esencialmente a esto:
- Amarse el uno al otro durante
todos los días de su vida. El amor cristiano no es sólo un sentimiento, es
compromiso, es actitud renovada todos los días de amar a la pareja por
ella misma.
- Educar a los hijos en la fe
cristiana. Y ello no significa "bautizarles a los dos o tres días de
haber nacido" y luego olvidarse de ello durante años; educar en la fe
implica no sólo la transmisión de esta fe a base de conocimientos -por muy
bien que lo podamos hacer-; educar en la fe implica la teoría sobre la
misma, pero también la vivencia, la coherencia con esa fe a lo largo de
toda la vida; no se puede educar en algo a nadie si nosotros mismos no lo
vivimos.
- Hacer de su fe en Dios, en
Jesucristo, el centro de sus vidas tanto en lo personal como en sus
relaciones de pareja, de padres de sus hijos y en el resto de relaciones
familiares. El participar de la liturgia, de los Sacramentos, de la vida
comunitaria (parroquia, comunidad cristiana de base, etc,...) y del
compromiso en acciones solidarias con toda la familia humana son sólo
consecuencias de esa fe y de esa adhesión a Jesucristo.
Así que...
"Casarse por la Iglesia" ¡claro que requiere estar confirmados!,
pero no por norma sino por simple lógica, por simple coherencia. ¿Cómo podría
una pareja casarse por la Iglesia si no es consciente de lo que significa eso?,
¿qué fe vivir o cómo educar en la fe a los hijos si no tenemos experiencia de
ella o ni siquiera sabemos qué es creer en Dios o vivir la adhesión a
Jesucristo?.
Esto que necesitamos para "casarnos por la Iglesia" lo adquirimos
gracias a la "catequesis familiar" y/o parroquial, gracias a la
vivencia cotidiana del mensaje cristiano en el ámbito familiar, vecinal,
socioambiental,... de la participación en la celebración de la fe de la
comunidad cristiana,... no es una cosa más.
Si nuestros hijos ven en los Sacramentos y la participación en la vida de
la comunidad cristiana sólo "una obligación" o una simple norma que
hay que cumplir sin más... es que hay algo a revisar en nuestro modo de educar
y acompañar en el proceso de crecimiento y maduración de la fe.
Por lo tanto:
- Asumamos que somos sus primeros
y principales catequistas, sus mejores educadores en la fe (porque lo
somos) y actuemos luego en consecuencia.
- Saquemos el tema, sepamos qué
piensan ellos sobre la vivencia del mensaje cristiano, su participación en
la celebración de la fe, de los Sacramentos (especialmente de la
Eucaristía), de la Palabra de Dios (especialmente los Evangelios),... sin
entrar en juicios al respecto, sencillamente escuchémosles.
- Si les hemos acogido plenamente
en esta comunicación sabremos enseguida "cómo hacer" para apoyar
o reforzar aquello que hicimos adecuadamente y ayudar a nuestros hijos a
descubrir lo que antes les pasó completamente desapercibido. Si al
respecto necesitamos orientación... no dudemos en acudir a nuestra
parroquia y hablar el asunto con el equipo de catequistas, sabrán cómo
ayudarnos.
- Practiquemos siempre y en todo
caso la coherencia con esa creencia que decimos tener. Es lo mejor que
podemos hacer en esta "educación en la fe" de nuestros hijos. No
podemos predicarles una cosa si luego hacemos otra: ni sería serio, ni
educativo, ni respetuoso con ellos.
- Y sobre todo... no nos
olvidemos de vivir con gozo el ser, sentir y vivir en cristiano. "Un
Santo triste... sólo es un triste santo". La fe cristiana bien vivida
lleva al gozo, a la alegría, aunque haya patinazos y dificultades mil;
Dios ya sabe que no somos perfectos, sepámoslo también nosotros,
aceptémonos tal cual somos en primer lugar a nosotros mismos para poder
entender cómo hay que aceptar al otro. Así también en el amor (por eso el
mandamiento principal de toda la Biblia es: "Amarás a DIOS sobre
todas las cosas y al PRÓJIMO como a TÍ MISMO").
Vivamos nuestra vida de matrimonio, o de pareja si lo queremos llamar así,
con autenticidad, con desparpajo, con alegría. Nosotros somos el espejo en el
que nuestros hijos se miran constantemente a lo largo de toda su vida.
Si somos un matrimonio cristiano tenemos la misma riqueza que pueda tener
cualquier pareja que tenga el amor mutuo como la principal e insustituible seña
de su identidad pero, en este caso, contamos además con un planteamiento que
hace trascender esta relación: somos sacramento, somos presencia de Dios en
este mundo, somos referencia de lo que es amar al estilo de Jesús; somos
entrega total del uno al otro conforme Él la vivió y lo somos también para el
mundo... empezando por nuestros hijos; somos COMUNIDAD en la que hacemos
presente a Jesucristo en nuestros hechos, actitudes, palabras y pensamiento.
Por eso al sacramento del Matrimonio se le incluye dentro de los
"sacramentos del SERVICIO".
Por eso es coherente el habernos comprometido a vivir nuestra fe
(Confirmación) para poder acceder al Matrimonio cristiano, al casarse por la
Iglesia. No es por norma ni obligación, es por simple consecuencia.
PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
- ¿Qué imagen creemos que estamos
transmitiendo a nuestros hijos sobre lo que es un "matrimonio"?. Si se lo hemos preguntado y nos han contestado, ¿qué opinamos de sus respuestas?.
- Si somos cristianos y un día
decidimos "casarnos por la Iglesia" ¿se nos nota?. ¿Cómo vivimos
este sacramento?, ¿cómo lo estamos dando a conocer?.
- ¿Qué matrimonio queremos ser?,
¿qué podemos hacer para conseguirlo?, ¿qué ayudas necesitamos para ello?.
- ¿Cómo hacer para que nuestros hijos
descubran los sacramentos, entre ellos la Confirmación, no como una norma
-que no lo es- sino como una manera de "confirmar" la fe que ya
hay en nosotros -mucha o poca, débil o fuerte- y que se evidencia en la
práctica, con hechos y palabras, actitudes y pensamiento coherentes?.
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