Para mí es una evidencia que los
problemas complejos necesitan síntesis lúcidas y apretadas. En los temas
esenciales de la vida suele ser plenamente aplicable la paradoja de
"los árboles que impiden ver el bosque".
De ahí la idea de
hacer un resumen muy estrujado de lo esencial para educar. Lo dedico a los
padres, pero igualmente podría ser útil a profesores, catequistas, sacerdotes y
todos aquéllos que se dedican a formar personas.
1.- Amor.
Es lo primero, la
varita mágica para llegar a quienes queremos llegar. No me refiero sólo al "amor instintivo" que se basa
en el instinto de protección a la cría, el mismo que enarbola la leona con sus
cachorros. Ni siquiera al "amor
sensible" que atrae nuestra predilección por el niño buenecito,
cariñoso, bello o estudioso.
No son malos esos
amores pero han de madurarse para llegar al verdadero amor humano: el "amor racional" y el "amor espiritual". Sólo esa
evolución, más allá del instinto animal, nos hará comprender que "amar de
verdad consiste en admirar los dones profundos y buscar el bien de la persona
amada".
Ese "bien" no será otro que buscar el desarrollo armonioso de
esos dones profundos y encauzar hacia la plenitud. Nunca conseguirla, porque
eso será tarea de toda la vida del educando. Pero sí orientar, mostrar el
camino.
Para admirar hay que estar atento,
preguntar, observar, dialogar, utilizar la inteligencia y la voluntad. No basta
con convivir solamente. Y mucho menos con solo dar mimitos o caprichitos. Buscar el bien supone encauzar, orientar,
motivar, limitar.
¡Qué
frecuentes los errores de bulto!.
- "Padres aparca niños", cuya única obsesión es que les dejen en paz o no les impidan sus divertimentos habituales.
- "Padres funcionarios de caja", cuyo único objetivo es conseguir dinero y satisfacer las necesidades primarias (alimento, vestido y techo).
- "Padres dimisionarios" que ceden toda la responsabilidad de educar al Colegio (cuanto más barato mejor) o al otro cónyuge o a los abuelos...
- "Padres libertarios" cuyo lema es "dejar hacer, dejar pasar" con tal que sus hijos no les traigan complicaciones y mantengan una apariencia civilizada. Y un larguísimo "etcétera" que no me cabe en este frasquito.
Los hijos no pueden
venir al mundo sin el concurso íntimo de dos, sin la fusión de sus padres. De
la misma manera afirmo rotundamente: "Los hijos no pueden ser educados eficaz y
saludablemente sin la unidad de sus progenitores".
Las diferencias de criterio,
la separación afectiva o efectiva de los padres, la competencia entre ellos
para ganarse a los hijos, las fracciones y bandos dentro de la familia, la
ausencia de una referencia unívoca (compatible con las diferencias de carácter,
de formas o métodos) son veneno para el desarrollo de los hijos.
Suelo
repetir que el cimiento de una buena educación es un matrimonio verdadero, un
matrimonio que se quiere. La "piedra
angular" es la experiencia de amor y unidad del matrimonio. Eso
asegurará el desarrollo armonioso de la personalidad de los hijos y la
imprescindible seguridad afectiva.
La imagen que
representa ese matrimonio sería un árbol de grueso tronco y raíces profundas,
bien regado, soleado y desinfectado. De ese árbol pueden esperarse ramas sanas,
fuertes y fructíferas.
No
somos conscientes los padres del daño que hacemos a nuestros hijos cuando no
cuidamos y mantenemos un matrimonio sólido y sano.
3.-
Bondad.
Hay mucha gente que confunde bondad con debilidad, ingenuidad, bobedad o
torpeza. Nada más lejos de la realidad.
Bondad es "la
capacidad de hacer el bien", que exige mucha lucidez y mucha
fortaleza, capacidades típicamente humanas y contrarias al actuar instintivo
del animal que llevamos a cuestas.
Es la principal
derivada del amor, su consecuencia. Sin embargo nos conformamos frecuentemente
con sucedáneos como permisividad, caprichos, mimitos o satisfacciones
periféricas, en ocasiones perjudiciales.
Las preguntas
permanentes que los padres nos deberíamos hacer son: ¿Esta decisión "nuestra" le hace bien a nuestro
hijo?. ¿Le construye o le perjudica?. ¿Estamos mostrándole el "camino del bien" o sólo le
entrenamos para sobrevivir?.
Con
demasiada frecuencia decidimos lo que nos conviene a nosotros o lo que más cómodo nos resulta pero no
precisamente lo que le conviene al hijo. Ninguna madre dejaría de llevar al cirujano
a un niño con apendicitis o rotura de húmero. Pero son muchas las que les
consienten tirarse horas jugando a la "playstation",
ver telebasura, comer a capricho o vivir en la calle sin control ni
información.
No me resisto a
proponer otra pregunta: ¿Sabemos los padres distinguir el bien del mal?. ¿Nos
hemos preparado para hacer esa sabia distinción?.
Es el reverso de la
bondad. De nada sirve que dé hoy de comer a mi hijo, si mañana le dejo morir de
inanición. Es absurdo exigirle los madrugones para asistir al Colegio y después
consentirle que se levante cuando quiera al llegar a la Universidad con la
excusa de que ya es mayor.
Somos animales de
costumbres. Necesitamos hábitos de conducta constructivos. Y éstos no se
consiguen sin constancia, sin decisión, sin voluntad.
Tan importante como
llenar la cabeza del niño con conocimientos es desarrollar su voluntad con
hábitos virtuosos. Para nada le servirá tener un magnífico coche (una carrera
universitaria, por ejemplo) si luego no sabe conducirlo con seguridad hacia
buenos destinos.
Cuando somos "padres blandengues" -tan
frecuentemente en nuestros días- deberíamos preguntarnos por las consecuencias de una
educación sin brújula y sin continuidad en el camino. Deberíamos saber por
experiencia que en esta vida nada se consigue sin esfuerzo y constancia.
La
"vida mejor" que deseamos
para nuestros hijos no se la podemos servir en bandeja, hay que enseñarles a
conquistarla. Entre otras cosas porque no siempre nos tendrán y, aunque nos
tengan, usarán su responsable libertad o su libertinaje, lo que les hayamos
enseñado. Debemos tener muy claro que no llevan al mismo sitio.
Jairo del Agua
- ¿Estamos de acuerdo con estos elementos: amor, unidad, bondad y firmeza?, ¿añadiríamos alguno más?, ¿cuál?.
- ¿Cuál de estos elementos nos parece que necesitamos más?, ¿por qué?. ¿Cómo podríamos hacerlo crecer en nosotros mismos, en la educación de nuestros hijos?.
- ¿Cómo hemos logrado construir, por otra parte, esos otros elementos que sí están favoreciendo una buena educación de los hijos?.
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