Las
aftas son pequeñas úlceras que se forman en la mucosa, generalmente en la boca,
y aparecen cuando la piel se abre y no se cierra, formando una herida.
La
primera vez que yo tuve una debió de ser a los 8 ó 9 años. Mi madre estaba en
unas clases nocturnas, lo cual quería decir que el que se ocupaba de nosotros
era mi padre, lo cual a su vez quería decir que para cenar teníamos palitos de
pescado congelados con patatas fritas y kétchup (ese menú es todo lo que él
daba de sí en la cocina).
Al
meterme en la boca la primera patata salada y bien bañada en kétchup, sentí un
pinchazo de dolor.
Ni
mucho menos dolía tanto como otras cosas (como aquella vez en la que me quemé
el dedo al meterlo en caramelo hirviendo), pero en cualquier caso era lo
suficientemente molesto como para fastidiarme de verdad, así como para impedir
que en los días siguientes comiera nada que fuera salado o ácido.
Además,
cuando están en mal sitio, las aftas incluso pueden impedir hablar, masticar o
tragar de forma adecuada. Hasta unos años más tarde no descubrí que había uno o
incluso varios remedios eficaces contra ellas.
“¡Hola!. Soy tu cuerpo y estoy intentando decirte algo”.
Como
puede imaginarse, la aparición de este tipo de úlceras no es algo normal.
Cuando la piel está bien nutrida y las células sanas, no sólo no se producen
agujeros de forma espontánea, sino que se vuelven a cerrar automáticamente en
caso de hacernos sin querer un corte con algo.
La
aparición de aftas significa entonces que hay un problema en algún lugar en las
células. Tal vez el sistema inmunitario se ha debilitado por el estrés, un
impacto emocional, una mala alimentación (carencia de vitamina B12, folatos,
hierro o zinc), la ausencia de un estilo de vida sano, el cansancio excesivo
por no dormir lo suficiente, etc. También pueden estar provocadas por los
medicamentos que debilitan el sistema inmunitario: antibióticos, radio y
quimioterapia, inmunosupresores...
El
cuerpo utiliza las aftas para enviarnos una señal, y nos causa un poco de daño
para que le hagamos caso: “estoy sufriendo, estoy débil, me falta algo”.
Así
pues, es el momento de detenerse, reflexionar y tomar las medidas adecuadas
para solucionar la causa del problema.
Cuando
una persona se encuentra débil, basta con tomar un alimento que pueda rajar o
irritar la piel para producir una úlcera (afta) en las encías o el interior de
la boca.
Puede
suceder con un queso un poco picante y salado, nueces, chocolate o tomates. Los
tomates en concreto tienen una capacidad increíble para irritar las heridas.
Si
tiene una llaga en la boca, empiece por disminuir la inflamación en el
organismo tomando omega 3 y reduciendo el azúcar y las grasas vegetales
cocidas. Restablezca su sistema inmunitario con un buen tratamiento de
probióticos y tome alimentos frescos, ecológicos y de temporada, dando
prioridad a las verduras de todos los colores.
Alivie
el dolor de las aftas.
Pero,
además de actuar desde dentro, sobre las causas que están detrás de las aftas,
también es posible disminuir las molestias que éstas provocan.
Para
hacerlo hay dos “escuelas” enfrentadas.
La
primera (y no es broma) consiste en hacerse daño a propósito para que el dolor
se atenúe a continuación (o parezca atenuarse). Puede parecer una locura, pero
la lógica que sigue este método es algo que hacemos de forma natural: presionar
donde nos duele para encontrar alivio.
Hay
quien pone directamente sal en el afta y cuenta hasta 100 antes de escupir. La
sal genera inmediatamente un intenso dolor, pero eso provoca la liberación de
endorfinas que enseguida anestesian. Además, la sal atrae el agua que hay en la
llaga, lo que contribuye a reducir la hinchazón.
Se
puede conseguir un efecto similar poniendo pimienta en el afta.
La otra
“escuela” va por el camino contrario, centrándose en atenuar el dolor al
máximo. Para ello se pueden hacer gárgaras con infusión tibia de salvia o
camomila, o aplicar al afta un gel calmante de aloe vera, aceite de borraja o
arcilla.
También
se puede recurrir a enjuagues bucales con mirra, que están reconocidos por la
Comisión E (una comisión científica alemana que valora productos elaborados con
plantas) para tratar las inflamaciones de la boca y las mucosas de la faringe.
Para ello vierta 4 ml de tintura de mirra en un vaso de agua y enjuáguese la
boca con ello varias veces al día.
El
punto intermedio entre estas dos “escuelas” es masticar semillas de propóleo
(una especie de resina elaborada por las abejas). Escuece un poco, pero también
tiene un gran efecto anestésico.
Remedios
familiares.
Dicho
esto, las aftas son el típico problema de salud para el que cada familia tiene
sus propios “trucos” que han ido pasando de generación en generación. Si usted
tiene alguno, le animo a compartir sus valiosas experiencias con los demás
lectores, describiendo en unas líneas ese tratamiento único.
Puede hacerlo en este enlace.
¡A su
salud!.
Juan-M.
Dupuis
Artículo original: https://www.saludnutricionbienestar.com/aftas-boca-como-curarlas-desde-dentro-y-desde-fuera/
Artículo original: https://www.saludnutricionbienestar.com/aftas-boca-como-curarlas-desde-dentro-y-desde-fuera/
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