lunes, 20 de marzo de 2017

Cosas que sería mejor no saber

Valentín (nombre imaginario de nuestro protagonista) tiene 55 años y un estado de salud excelente. Pero, si buscase, podría hallar en su cuerpo signos de al menos una docena de enfermedades.
Para empezar, se pone nervioso al volante y también cuando algún cliente se pone un poco pesado. Si un médico acudiese junto a él en esos momentos y con un aparato le midiese la presión arterial, el diagnóstico sería claro: hipertensión.
Pero, además:
Valentín mide 1,83 m y pesa 84 kg. Su índice de masa corporal (IMC) es de 25,1. Un IMC “normal” varía de 20 a 24,9. Diagnóstico: sobrepeso.

Cuando come ciertos alimentos, siente una quemadura intensa bajo el pecho, por encima del estómago. Esto le ocurre especialmente después de tomar zumo de naranja concentrado o sidra. Diagnóstico: reflujo gastroesofágico.

Muchas noches se despierta porque necesita ir baño y vaciar la vejiga. Diagnóstico: hipertrofia benigna de próstata.

Por la mañana, cuando se levanta, siente rigidez en la espalda y las piernas y necesita unos minutos para recuperar la flexibilidad y la movilidad. Diagnóstico: enfermedad articular degenerativa.

A menudo tiene frío en las manos. Se produce especialmente en los fríos y lluviosos días de inverno. Cuando ha nevado, ni se le ocurre salir de casa sin un buen par de guantes. El café agrava su problema, mientras que el alcohol lo alivia. Diagnóstico: enfermedad de Raynaud.

Ha cogido por costumbre hacer una lista de las cosas que debe comprar y las tareas que debe realizar para no olvidar nada. No recuerda el nombre de algunas personas que conoce y, aunque sabe perfectamente que, por seguridad, no debería tener anotadas las claves de su tarjeta bancaria o sus contraseñas, lo tiene todo apuntado en una libreta cuidadosamente guardada en su despacho. Diagnóstico: déficit cognitivo leve, pre-alzhéimer.

¡Y esto no es nada!. Si fuese a ver al médico y éste le hiciese un chequeo completo, Valentín sería “diagnosticado” de muchas más enfermedades.

Un montón de “enfermedades” ocultas.

Bastaría con que Valentín se hiciese un análisis de sangre un tanto completo, incluyendo un test de función hormonal -de tiroides, hormonas sexuales…- y una fórmula sanguínea -glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas…-. Lo más probable es que obtuviese al menos un valor anormal sobre la veintena de medidas que son evaluadas en pruebas de ese tipo.
Pero con lo que Valentín podría inquietarse de veras es con un escáner completo y una colonoscopia (la introducción de una cámara por el recto para inspeccionar la pared interna del intestino).
Pólipos en el colon, nódulos en el pulmón, quiste renal, células cancerígenas en la próstata, hernias y anomalías óseas diversas… Casi con total seguridad se le descubrirá algún signo sospechoso… ¡e inquietante!.

El diagnóstico no implica ninguna mejoría para el paciente.

Solemos creer que lo mejor es tener cuanto antes el diagnóstico de las enfermedades, ya que así serán más fáciles de curar. Sin embargo, esto no está médicamente demostrado.
En cualquiera de los casos citados arriba, el hecho de que Valentín sepa gracias a un examen médico que existe una “anomalía” no impedirá que ésta evolucione.
Tomar medicamentos o someterse a operaciones no conseguirá otra cosa que hacerle correr riesgos inútiles.
Si Valentín siente que goza de buena salud, lo mejor para él es continuar disfrutando de la vida sin buscarse problemas.
Además, no hay otro medio para evitar la evolución desfavorable de una enfermedad que seguir un estilo de vida saludable.
Ya esté enfermo o disfrute de buena salud, una forma de vida sana es lo recomendable para todo aquél que desee evitar cualquier problema de salud y ganar calidad de vida.

¿Para qué tanto escáner?.

Cada año que pasa los escáneres e IRM (Imagen por Resonancia Magnética) se vuelven más potentes y su uso está más generalizado. Los nuevos escáneres permiten ver secciones del cuerpo de un milímetro de espesor. Eso quiere decir que, de la zona que va desde el tronco a lo alto de la cabeza (unos 80 cm) se pueden hacer 800 fotos de diferentes secciones. Después, esas imágenes pueden ser ampliadas cientos de veces, hasta que se logre apreciar la menor anomalía.
El cuerpo humano no es un producto industrial estandarizado. Es un organismo vivo y de una extrema complejidad. La mayoría de nosotros poseemos órganos y otros elementos con “demasiado de esto” o “demasiado poco de aquello”, ¡y vivimos perfectamente sin saberlo!.
Evaluar incluso el órgano más pequeño con el escáner es la mejor forma de crearse angustias innecesarias.
Pero es obvio que para algunos esto supone todo un negocio.
¿Le parece normal que tantas personas vayan de médico en médico durante años en busca de una segunda opinión con respecto a su enfermedad?.
¿Es necesario resignarse a tomar medicamentos químicos hasta el final de nuestros días, aguantando en silencio sus efectos secundarios?.
¡Por supuesto que no!. 
A fuerza de buscar, ¡cualquiera está enfermo!.

Un estudio sobre la próstata hecho por patólogos de Detroit (EEUU) en los años 80, reveló que con una biopsia se podría descubrir un “cáncer de próstata” en el 45% de los hombres de entre 50 y 59 años.
El porcentaje de hombres que supuestamente se verían afectados por este cáncer aumenta hasta el 68% entre los 60 y 69 años y hasta el 82% entre los 70 y 79 años.
Incluso en los hombres de entre 20 y 30 años, cerca de un 10% tienen ya una “cáncer de próstata”.
Pero, ¿quiere decir esto que hay que preocuparse, operar…?. Pues no. Al contrario, lo importante es que el paciente viva tranquilo. Y ya se considerará actuar el día que ese cáncer de próstata se manifieste externamente y causando molestias.
De hecho, hoy se sabe que muchos cánceres no son progresivos.
  1. Ciertos cánceres se atrofian (se reducen) porque sobrepasan la capacidad de aporte sanguíneo de los vasos que los irrigan.
  2. Otros son identificados por el sistema inmunitario de la persona, que consigue acabar con el tumor.
  3. Otros ni siquiera son agresivos y se estancan hasta la muerte del paciente por otra causa.
  4. Otros evolucionan tan lentamente que el paciente también terminará muriendo por cualquier otra causa o enfermedad antes de que el tamaño del cáncer llegue a provocarle alguna molestia.
  5. Existen numerosas causas biológicas que explican que un cáncer no evolucione de forma negativa y que los científicos están tratando de descubrir.
  6. Y lo mismo ocurre en el caso de muchas otras “enfermedades” que no lo son realmente.
Enfermedad con y sin dolor; dolor con y sin enfermedad.

Muchísimas personas sufren dolores ocasionales en el vientre. Si se les realizase una ecografía, en muchos casos se encontrarían cálculos biliares. Por lo tanto, ¿son estos cálculos la causa de los dolores?. Realmente es algo muy difícil de decir, ya que si se realizasen las mismas pruebas a aquéllos que nunca padecen dolores en el vientre, se encontrarían casi el mismo número de cálculos biliares que en el primer grupo.
Del mismo modo, muchas personas sufren dolor de espalda o de rodilla. Si se les realiza un IRM (Imagen por Resonancia Magnética), hay una alta probabilidad de encontrar lesiones en el cartílago o los discos desplazados o fuera del eje (una hernia discal). Pero la mayoría de esas anomalías no son la causa del dolor. Lo prueba el hecho de que hay muchas personas que tienen daños en el cartílago o hernias y no sienten ningún tipo de dolor en las rodillas o la espalda.
Asimismo, si explora en detalle el sistema vascular de una persona con una enfermedad cardiovascular, muy probablemente encontrará pequeños aneurismas, tromboflebitis y pequeños trombos adheridos a la pared de la aorta, las arterias y venas de las piernas, los pulmones, etc. ¿Y es siempre necesario tomar medicamentos u operar?. Una vez que se descubre algo así, resulta muy difícil tomar una decisión, tanto por parte del paciente como del médico.

Una tentación casi irresistible de “hacer algo”.

Una cosa está clara: si no se adopta ninguna medida y el problema evoluciona mal, el médico se expone a sufrir remordimientos, además de una posible persecución judicial y una sanción.
Por su parte, el paciente vivirá con angustia, sintiendo permanentemente la “espada de Damocles” sobre su cabeza.
Así, por “seguridad”, tanto uno como otro generalmente se decantarán por intervenir, si es posible. Como mínimo, se realizarán otras pruebas complementarias que, a su vez, aumentarán las probabilidades de descubrir otros problemas de salud ignorados hasta ese momento.
Se trata de un círculo vicioso que explica el impresionante aumento del tamaño de nuestros hospitales, de las colas en urgencias, de los presupuestos sanitarios y del porcentaje de personas que se medican a diario y se consideran “enfermas”.

Esperar a estar enfermo antes de ir a consulta.

Según el Dr. H. Gilbert Welch, experto de renombre internacional en el diagnóstico precoz y profesor en el estadounidense Dartmouth Institute for Health Policy and Clinical Practice:
“En otro tiempo, la gente sólo consultaba con el médico cuando no se encontraba bien. Esperaban a sentir los síntomas. Sin embargo, el paradigma ha cambiado. El diagnóstico precoz se ha convertido en el objetivo del sistema de salud.
La conciencia colectiva cree que cuanto más precoz sea la detección, mejores cuidados entraña. Y para algunos puede ser cierto, pero existe otra cara de la moneda: demasiados diagnósticos pueden convertir literalmente a gente sana en gente enferma.
Estos diagnósticos desencadenan más tratamientos; tanto para problemas que no son tan graves como (lo que es peor) para otros que no son graves en absoluto. Y, en cambio, esos tratamientos inútiles pueden provocar problemas, a veces peores incluso que la propia enfermedad. (…)
El diagnóstico precoz se ha convertido en un sinónimo de medicina preventiva, que a su vez es vista como algo intrínsecamente bueno. Esto es lo que hace que creamos que la detección precoz no puede ser sino buena. Pero, en realidad, el diagnóstico precoz no tiene nada que ver con la prevención: su único objetivo es encontrar enfermedades, no prevenirlas. Es decir, pretende hallar anomalías antes de que comience su evolución, de forma que se puedan prevenir sus consecuencias. Sin embargo, muchas de esas anomalías jamás tendrían consecuencias”.

El diagnóstico precoz termina entonces provocando que miles de personas pasen a estar enfermas y se sometan a una larga lista de pruebas, medicaciones o intervenciones inútiles.
El Dr. H. Gilbert Welch añade:
La verdadera prevención es lo que mi abuela me decía cuando era pequeño: no fumes, come tu sopa y tus verduras verdes y vete a jugar afuera (con el siguiente mensaje subliminal: haz ejercicio y libera tus tensiones). Su idea era muy simple: ¡vive sanamente!”.

¡A su salud!
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Fuentes empleadas por el autor:
  • W. A. Sakr, D. J. Grignon, G. P. Haas et collab., Age and Racial Distribution of Prostatic Intraepithelial Neoplasia, European Urology, 30 (1996): 138-144.
  • W. J. Mooi et D. S. Peeper, Oncogene-induced Cell Senescence – Halting ont the Road to Cancer, New England Journal of Medicine, 355 (2006): 1037-1046; J. Folkman et R. Kalluri, Cancer without Disease, Nature, 427 (2004): 787; M. Serrano, Cancer Regression by Senescence.

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