martes, 20 de julio de 2021

Enseñar a consumir

 El 15 del mes de marzo se celebraba el “Día Mundial del Consumidor”. Parece una celebración insulsa, con apariencia frívola, materialista y tan vulgar y ordinaria como puede ser el ejercicio de una actividad cotidiana que se realiza siempre de la misma manera.

Empecemos, no obstante, por definir conceptos. ¿Qué entendemos por “consumo”?. Dice la R.A.E. sobre este término:
1. Acción y efecto de consumir (comestibles u otros bienes, gastar energía).
2. “Sociedad de consumo”: Dicho de la sociedad o de la civilización: Que está basada en un sistema tendente a estimular la producción y uso de bienes no estrictamente necesarios.

En la web Economipedia se nos dice que “Consumo es la acción de utilizar y/o gastar un producto, un bien o un servicio para atender necesidades humanas tanto primarias como secundarias. En economía, se considera el consumo como la fase final del proceso productivo, cuando el bien obtenido es capaz de servir de utilidad al consumidor”.

No se observa en estas definiciones y muchas otras ningún tinte moral o ético y por lo tanto puede parecer que esto del consumo es algo estrictamente mecánico, aséptico, sin más trascendencia que el comprar (tomar el producto y pagarlo) y gastarlo. Pero… ¿es así?.

Nada es inocuo.

Vivimos en una sociedad en la que la “ley de la oferta y la demanda” funciona casi como un reloj. Si hay una demanda abundante de un producto el negocio va a estar en producir ese elemento en esa misma proporción; si la demanda se reduce o desaparece… carecerá de sentido seguir fabricándolo.

Otras veces, para conseguir dar salida a un producto, tratarán de convencernos a través de la televisión, de la publicidad a través de las redes sociales, radio, paneles urbanos, etc… de que ese producto “nos lo merecemos” y hasta nos harán creer que es necesario pues aporta tales y cuales beneficios; es decir, juegan a hacernos creer que es una necesidad. ¿Realmente lo es para nosotros?, no, lo es pero sólo para ellos: porque necesitan vaciar sus almacenes de un producto que de no venderse se convertiría en una ganancia no monetaria (no es pérdida porque en realidad ese bien está ya en sus bolsillos sólo que no lo han convertido en dinero en efectivo). ¿Recuerdan ustedes la serie de dibujos animados de Popeye el marino?, ¿sí?,… pues no era otra cosa que una campaña para fomentar el consumo de espinacas bajo la creencia de que eran riquísimas en hierro y, por lo tanto, excelente aliado contra la anemia,… la estrategia funcionó, ¡ya lo creo!. Y como este ejemplo mil otros.

Está en nuestras manos.

Sea como fuere, en cualquiera de los dos casos… es el cliente quien decide a quién le da su dinero y por lo tanto es quien determina lo que se producirá, las características de ese producto e incluso el modo en que eso llega al mercado desde su punto inicial:

  1. Si son muchos los que recurren a la comida basura ésta florecerá por todas partes. Si cada vez son menos los que la consumen hasta apenas comprarla… acabaría por desaparecer.
  2. Si la gran mayoría de la población sigue comprando productos hiperenvasados las empresas productoras de estos elementos seguirán en auge aumentando el daño al medio ambiente. Pero si se rechaza mayoritariamente esa forma de presentar dichos productos… o esas empresas se adaptan o se arruinan.
  3. Si un banco invierte en armas o en negocios que no garantizan el cumplimiento de los Derechos Humanos o el respeto absoluto al medio ambiente y aún así mantenemos nuestros ahorros en ese banco… estamos poniéndonos en contra de los Derechos Humanos y a favor del tráfico de armas, de la industria de la muerte y de la destrucción de la naturaleza; pero si depositamos nuestros ahorros en una entidad bancaria que contemple criterios éticos en sus prácticas y además sea democrática (cada socio un voto)… la otra banca o se plega a estos mismos criterios o se irá a pique.
  4. Etc…

Luego… no es nada “neutral” el modo de consumir, no es un simple acto mecánico y ya está. Quizás a unos cuantos les interese mucho que no nos planteemos más nada pero… ¿es lo que nos conviene a todos quienes interactuamos en nuestra Casa Común?, ¿le beneficia eso al planeta?.

Educar para un consumo inteligente.

Nuestros hijos no son el futuro, son ya el presente. El mundo está ya en sus manos. Muchas empresas y negocios con un marketing desarrollado están orientando la producción pensando en los niños y niñas y/o jóvenes. Tienen muy claro que en no pocos hogares "quien determina –por ejemplo- qué se come y cómo" son los jovencitos de la casa. Por poner un simple ejemplo: ¿Qué pasa si en nuestros hogares no educamos a nuestros hijos a “comer de una manera sana, equilibrada, nutritiva y suficiente” evitando todo tipo de caprichos que no harán ningún bien ni a la corta ni a la larga?. La respuesta es obvia: seremos cómplices de una mala alimentación, de una educación mal dada y de complicidad con esas empresas que no se preocupan en modo alguno del bien de nuestros hijos sino única y exclusivamente de su bolsillo. Lógico ¿no?.

Necesitamos aportar a nuestros hijos criterios de conducta al respecto, criterios basados en su propio convencimiento y, por lo tanto, que surjan de dentro de ellos mismos. Pero para ello necesitamos ampliar y profundizar mucho en nuestra comunicación con ellos.

Y por lo tanto será necesario:

  1. Nuestro ejemplo. Ésta es la primera y principal clave. Si nuestros hijos no ven la evidencia de eso que les predicamos en nuestros hechos y actitudes… vana va a ser nuestra teoría.
  2. Despertar el juicio crítico ante las tácticas consumistas del sistema. De manera que sean capaces de distinguir entre un producto de primera necesidad y otro secundario o superfluo, optando siempre por aquellos productos que ocupen el puesto más alto según el orden de prioridades.
  3. Enseñar a priorizar dosificando nuestros recursos según necesidades reales, no según dicte el mercado o la publicidad. Gastar en lo esencial, no en lo superfluo. La austeridad es una virtud, es un valor, no una desgracia.
  4. Crear conciencia de que formamos parte de un todo y de que sus decisiones tendrán repercusiones no sólo en ellos sino también en el entorno natural y social ya que en este todo estamos todo y todos interconectados.
  5. En consecuencia, fomentar la solidaridad con el medio natural (que aquello que vayamos a consumir perjudique lo menos posible al medio ambiente e incluso lo pueda mejorar) y con la sociedad (en especial con los más desfavorecidos: destinar parte de lo que llamamos “nuestro” y no necesitamos a ayudar a quienes no tienen ni para lo más imprescindible).
  6. … 
Santi Catalán

PARA AMPLIAR O CONTRASTAR:
  • ¿En qué ideas esenciales resumiríamos este artículo?. ¿Cuáles destacaríamos especialmente tanto de esta entrada como de los enlaces "para ampliar" y por qué?.
  • A la hora de educar a los hijos en un consumo más inteligente, más coherente con nuestro mundo, más responsable por lo tanto... ¿qué otras propuestas plantearíamos, aparte de las aquí mencionadas?.
  • ¿Con qué dificultades nos encontramos cuando tratamos de educar en el consumo responsable a nuestros hijos?, ¿a qué creemos que son debidas esas dificultades?. ¿Cómo podríamos superarlas?.
  • ¿Qué está jugando a nuestro favor en esta educación, qué nos está ayudando y qué podemos aprovechar para lograr con más eficiencia nuestros objetivos educadores en este capítulo?. ¿Qué ayudas necesitamos y cómo dar con ellas?.

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