Mediante un simple análisis de sangre y otro de orina es posible obtener
información decisiva que nos indique el estado de nuestro organismo a partir de
unos indicadores concretos que alertan sobre el riesgo de sufrir cataratas,
cáncer, diabetes, insuficiencia renal, alzhéimer o párkinson, entre otras
graves enfermedades.
De esta forma podríamos saber, con años de antelación, lo que nos espera en
el horizonte, y ajustar nuestra forma de vida en consecuencia, tomando medidas
de protección si fuera necesario.
Y eso aunque nuestro estado de salud aparente sea bueno, pues estas pruebas
biológicas en una persona sana podrían arrojar un resultado tan patológico como
en el de una persona enferma. Y eso es lo interesante: que permitirían poner
remedio antes de que fuera demasiado tarde.
No es ciencia ficción, sino algo posible hoy día, aunque desgraciadamente
este examen no está en el catálogo de pruebas diagnósticas que la Seguridad
Social realiza, ni tampoco en el de la mayoría de seguros médicos privados. Sí
las realizan algunos laboratorios, aunque tenga en cuenta que probablemente usted mismo deberá asumir su coste.
Quizá en algún momento las autoridades sanitarias decidan incluir estas
pruebas entre los medios diagnósticos de los que dispongan los médicos. Pero
hoy por hoy...
Empecemos por el principio: radicales al ataque…
El oxígeno tiene un papel contradictorio en nuestras vidas. Por un lado, es
indispensable para sobrevivir, pero por otro es altamente peligroso para el
organismo, debido a su estructura química y al uso que hacemos de él.
Es algo difícil de explicar pero, por sintetizar, cuando las centrales
eléctricas de las células (mitocondrias) utilizan el oxígeno para producir
energía, esta operación no es tan limpia como piensa, sino que liberan lo que
se denominan ROS (especies reactivas al oxígeno, del inglés Reactive Oxygen
Species), más conocidos como radicales libres, capaces de dañar las células.
Los ROS pueden atacar los elementos constituyentes del ser vivo (grasas,
ADN, proteínas…), provocando que las células envejezcan prematuramente hasta
provocar su degeneración y favorecer así enfermedades crónicas y, como hemos
visto, también cáncer.
Para que se haga una idea, en el transcurso de un año fabricamos casi dos
kilogramos de uno solo de estos ROS, el radical superóxido, fuente él mismo de
otros ROS capaces de dañar las células y, sobre todo, el ADN, el portador del
código genético.
Los radicales libres surgen con sólo respirar, es decir, en todo momento,
pero todavía más cuando se respira aire contaminado o el humo de un cigarrillo.
También se forman cuando nos exponemos demasiado al sol y por culpa de una
alimentación demasiado rica en omega 6 y, por lo tanto, desequilibrada. Lo
mismo ocurre al ingerir mucho alcohol, verdura tratada con pesticidas o por
culpa de algunos medicamentos. Por último, surgen durante las inflamaciones, el
estrés crónico o cuando el azúcar en sangre es elevado, porque entonces se
forman productos de glicación avanzada o AGE (Advance Glycation end Products).
Durante toda nuestra vida, debemos convivir con estos radicales libres tan
tóxicos.
Pero nuestro organismo también cuenta con mecanismos protectores, los
antioxidantes, que actúan como sistemas de protección para intentar evitar que
los ROS logren su dañino objetivo.
Los antioxidantes más conocidos los aportan directamente los alimentos y
son:
- Vitaminas C y E.
- Carotenoides.
- Polifenoles.
Asimismo, disponemos de enzimas antioxidantes que, para activarse,
necesitan oligoelementos procedentes de la alimentación, que son:
- Zinc, cobre y manganeso para la superóxido dismutasa.
- Hierro para la catalasa.
- Selenio para el glutatión peroxidasa.
Otros antioxidantes que el organismo produce de manera natural, y que son
menos conocidos, son:
- Glutatión reducido.
- Ácido úrico.
- Ácido lipoico.
- Ferritina y transferrina, que evitan que el hierro reaccione con su entorno inmediato.
Aunque en teoría los antioxidantes pueden combatir los ROS (radicales libres), lo cierto es que en la vida real estos sistemas de protección a menudo
se ven desbordados, pues el esfuerzo que realizan es titánico. Les es imposible
neutralizar la masa de radicales libres que surge de todas partes. Y es que los
radicales libres llegan a asaltar el ADN de las células oxidándolo y provocando
lesiones.
Entonces las enzimas que hemos visto toman el relevo con el fin de reparar
estas lesiones. Como unas tijeras, van cortando las partes del ADN dañadas y
luego las expulsan a través de la orina. Pero también estas enzimas encargadas
de reparar el ADN están desbordadas por la gran cantidad de nuevas lesiones oxidativas en todo el cuerpo, como si sufrieran un bombardeo continuo de
radicales libres.
¿Cómo de “oxidado” se encuentra usted?.
Dado que el estrés oxidativo puede ser reversible y, además, tienen un gran
impacto en la salud (recuerde que hemos dicho que es determinante en
enfermedades que son una auténtica plaga en las sociedades actuales), ¿no le
parecería fundamental poder medirlo de forma precoz?.
Aunque usted tenga una salud aparentemente buena, el resultado de las
batallas que a escala microscópica se están librando permanentemente en el
interior de sus células podría indicar que algo no va del todo bien por ahí
dentro. Y sería el momento de actuar; y cuánto antes, mejor.
Pero la única forma de medir su nivel de estrés oxidativo es precisamente
haciéndose un chequeo que incluya un análisis de sangre y otro de orina (ese
que decíamos que no cubría la Seguridad Social).
Para que se haga una idea de la importancia de estas pruebas, fíjese en lo
que dice el profesor y médico francés Luc Montagnier, premio Nobel de Medicina
en 2008 y Príncipe de Asturias en el 2000, para quien los médicos que no se
preocupan por las consecuencias del estrés oxidativo sobre la evolución de las
enfermedades hacen gala “de una ignorancia culpable frente a sus pacientes al
privarles de un factor esencial en la prevención de las enfermedades, y para
algunos de ellos una reducción de la gravedad e incluso a veces del riesgo de
conducirles a la muerte”.
¡Y quien lo dice es nada menos que el descubridor del virus de
inmunodeficiencia humana (VIH) causante del sida y experto mundial en
oncología!.
Qué medir exactamente.
El estrés oxidativo es un fenómeno demasiado complejo para que un único
método lo identifique. No es en absoluto como medir la glucosa, las
transaminasas o el hierro, por poner ejemplos habituales que los médicos
evalúan en sus pacientes y que los laboratorios de análisis miden fácilmente.
Existen diversos biomarcadores (unos 80) para determinar el grado del nivel
oxidativo, pero tan sólo una treintena son factibles en la práctica. Además, el
estrés oxidativo es algo muy nuevo, por lo que no existe consenso médico
absoluto en cuanto a los valores de referencia (es decir, lo que se considera
que es normal) y las medidas para alcanzar valores de normalidad.
Todo esto es lo que lleva a que los médicos no puedan disponer
sistemáticamente de momento de estas pruebas (y menos aún que las financie la
sanidad pública o los seguros privados de forma generalizada).
Y lo que pensamos es que si queremos envejecer en buenas condiciones, es
necesario conocer con precisión el nivel de estrés oxidativo que tenemos y
restablecer el equilibrio lo más rápidamente posible, antes de que los daños
sean irrecuperables. Piense que a menudo basta para ello con modificar los
hábitos alimentarios o recurrir a complementos alimenticios, y los beneficios
pueden ser enormes. Estamos hablando de la prevención de enfermedades
cardiovasculares, de la diabetes, del alzhéimer, del cáncer…
PARA AMPLIAR:
PARA AMPLIAR:
- Análisis de sangre ¿qué es y para qué sirve?.
- Análisis de sangre.
- Análisis de orina.
- ¿Qué es y para que se utiliza el análisis de orina?.
- Importancia de comer bien.
- Métodos para medir el daño oxidativo.
- Marcadores de estrés oxidativo.
- Diagnóstico antiaging.
- Test on-line de estrés exidativo.
PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
- ¿Qué informaciones nuevas nos ha aportado este artículo y que nos han resultado provechosas?.
- ¿Qué nos han aportado los enlaces-web "para ampliar" a lo que ya sabíamos al respecto?.
- ¿Qué conclusiones prácticas obtenemos tras este conjunto de informaciones?. ¿Cómo llevarlas a la práctica?.
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