Hace unos años, cuando salía de un parque infantil, mi hija -que apenas tenía tres años- se soltó de mi mano y echó a correr queriendo ser la primera en cruzar la calle. Justo en el momento en que iba a poner el pie en el asfalto un vehículo frenó en seco para evitar atropellarle.
Agarré a mi hija de la mano de nuevo y me dirigí a la conductora del coche queriendo expresarle mi gratitud por su rápida reacción frenando su vehículo.
El vehículo lo conducía una joven y a su lado, de copiloto, iba una señora que parecía ser su madre; la joven pareció entender mi gesto pero la señora mayor me miró de tal manera que "si aquella mirada hubiera llevado puñales me habría acribillado y roto en mil pedazos".
El vehículo lo conducía una joven y a su lado, de copiloto, iba una señora que parecía ser su madre; la joven pareció entender mi gesto pero la señora mayor me miró de tal manera que "si aquella mirada hubiera llevado puñales me habría acribillado y roto en mil pedazos".
- "¡Está usted loco!, ¿cómo deja sueltos a sus hijos?, ¡¿qué clase de padre es usted!?".
Traté de disculparme pero su actitud lejos de mejorar fue aún más violenta (menos "bonito" me dijo de todo; su mirada no podía ser más iracunda y llena de absoluto desprecio así que las palabras que me dijo iban en total consonancia, la señora fue absolutamente coherente con ella misma).
¿Cómo nos conducimos cuando manejamos nuestro coche?.
La anécdota mencionada -basada en un hecho real- es una más de entre muchas que suceden a diario en las calles de nuestras ciudades y pueblos en las cuales interactuamos como conductores y peatones o sólo entre conductores.
Esto no pasaría de ser sólo eso: simples anécdotas y desvaríos. Pero ¿qué pasa cuando en nuestro coche están también nuestros hijos?. Anotamos a continuación distintas situaciones en las cuales hay niños/as delante y las vivimos también mientras conducimos un vehículo:
- "Un conductor realiza una maniobra o adelantamiento poco ortodoxo y se sitúa colándose justo delante de nuestro coche. Yo, enfadado por dicha maniobra reacciono al instante y hago sonar repetidamente el claxon de nuestro coche mientras le añado algunas lindezas al susodicho". NO ES POR LA INFRACCIÓN, NO ES PARA EVITAR UN ACCIDENTE,... ES PARA "CASTIGARLE" DE ALGÚN MODO. ¿No es así como nos conducimos a veces?.
- "En una maniobra hay un roce entre nuestro vehículo y el de otro conductor. Afortunadamente ya la mayoría de la gente lo que hace es arreglar esto de manera amistosa, hacen papeles, los entregan a sus respectivas compañías de seguro y punto. Pero todavía los hay que salen desaforados de sus vehículos, la emprenden a grito limpio con la otra parte e incluso en alguna ocasión van más allá, llegan a las manos y al final ha de intervenir la policía para aclarar la historia". NADA ARREGLAMOS DE ESTAS MANERAS, EN NADA AYUDAMOS A NADIE, TAMPOCO A NOSOTROS MISMOS. ¿Verdad que no?.
- "Estamos buscando un lugar para poder aparcar en una zona muy concurrida, con muchos otros conductores buscando la misma solución. Por fin hallo un hueco, me dirijo hacia él pero en ésas otro conductor va y se mete justo en el lugar que yo iba a ocupar. Detengo mi vehículo, me bajo de él, me voy donde está ese otro conductor y le recrimino su "caradura"; dicho conductor me responde que él había visto esa plaza antes y por eso llegó antes que yo. Ambos nos enzarzamos en una discusión que no llega a nada salvo a perder el tiempo, pasarlo mal y dar un peor ejemplo... NO CONSEGUÍ MI OBJETIVO DE APARCAR EL VEHÍCULO NI LLEGUÉ A ENTENDERME CON EL OTRO CONDUCTOR. ¿Por qué y para qué de este tipo de reacciones?.
- "...".
Existen estudios en los que se analizan estas conductas y que afectan especialmente a quienes conducen o se hallan dentro de los vehículos. Llegan a afirmar que "el vehículo y la tarea de conducir condicionan de algún modo y altera el modo habitual en que se manejan quienes lo ocupan".
Otros autores argumentan que "no existe alteración alguna; más bien sucede que en la conducción se hacen más patentes que en otras circunstancias todas las peculiaridades personales".
¿Qué pasa con nuestros hijos?.
- Ellos observan estas situaciones, con perspectivas diferentes: ellos nos conocen, saben cómo somos fuera del vehículo en otros ambientes; ellos conocen nuestras intenciones, nuestros modos de pensar, saben de todos nuestros consejos y recomendaciones para tener una buena convivencia con todo el mundo,... PERO luego VEN y ESCUCHAN cómo afrontamos nosotros estas situaciones de conflicto.
- ¿Qué conclusiones nos parece que podrán sacar de todo esto?. ¿Servirán de mucho nuestras disculpas por nuestro mal ejemplo -caso de que al menos tengamos este valor? (en muchísimos casos -lo dicen los propios niños- lo que hacen los adultos es JUSTIFICARSE y achacar al otro la culpa de todo pero jamás expresan ningún tipo de autocrítica hacia el modo con que ellos se manejaron en su manera de afrontar el problema).
- Nuestros hijos ven la contradicción entre lo que decimos "en otros momentos y situaciones" y lo que hacemos "en estos casos". Les estamos diciendo de facto: "Cuando estén en situaciones así... así es como hay que proceder, ésta es la manera de resolver los problemas o conflictos con los demás".
- Pero si un día nuestro hijo tiene problemas con otros niños en el colegio armamos la de San Quintín y cargamos contra el profesorado o los padres de esos otros niños. ¿Por qué nos sorprendemos?. ¿Por qué no plantearnos cuestiones que irían a la raíz del problema?.
- Los hijos, sobre todo en edades muy tempranas, idolatran a los padres. Lo que papá o mamá hagan para ellos es sagrado, está perfecto, no tiene discusión. Cuando ya son adolescentes o jóvenes... la cosa va cambiando, nos lo cuestionan todo, su imagen de nosotros cambia y tienden a equipararse con nosotros.
- Eso es ley de vida, ley de la evolución personal, pero a poca estima que nos tengan y en esa equiparación a la que aspiran ¿cómo se sentirán al vernos "perder los papeles" de estas maneras como antes describimos?. ¿En qué afectará nuestro ejemplo a la construcción de su personalidad y sobre todo al modo en que han de afrontar las situaciones de conflicto?.
Cuidemos nuestro estado emocional para nuestro bien y el de nuestros hijos.
Desde el campo de la Psicología nos advierten que "las palabras, acciones, actitudes,... arrancan del mundo interior y dentro de ese mundo interior están las emociones y sentimientos; según como sentimos así es como solemos expresarnos exteriormente".
Por lo tanto:
- ESTEMOS ATENTOS A NUESTRO ESTADO EMOCIONAL. Cuando conducimos nuestro vehículo ¿estamos relajados interiormente?. ¿Cómo afrontamos las infracciones de otros, sus despistes o errores?. Según cómo observemos esto sabremos cómo estamos por dentro y, por lo tanto, eso nos dará pistas de "cómo responder cuando se produzca lo que no nos gusta".
- CONTROLEMOS NUESTROS PRIMEROS IMPULSOS. Es fácil decirlo, difícil el llevarlo a la práctica ero aquí está una de las principales claves. Evitemos "responder" enseguida y más cuanto nos sintamos mal, cuando nuestros pensamientos no estén siendo positivos. Es mil veces preferible guardar silencio y evitar miradas iracundas contra nadie antes que equivocar sin remedio el análisis de la realidad (solemos juzgar demasiado a la ligera y siempre según nuestra única perspectiva sin tener en cuenta otras realidades que desconocemos totalmente).
- TENGAMOS MUY CLAROS LOS OBJETIVOS QUE PRETENDEMOS. Es la misma clave que necesitamos en toda resolución de cualquier conflicto. Y si nuestro estado emocional no nos ayuda... entonces busquemos pensamientos que lo puedan controlar de algún modo. Preguntémonos: "¿Esto que quiero decir, hacer,... ayudará a lograr lo que pretendo conseguir... o sólo me servirá para sacar fuera mi rabia y frustración?. ¿Qué efectos espero y deseo conseguir conmigo mismo, con mis hijos y las demás personas?".
- ADOPTEMOS PALABRAS Y GESTOS, EXPRESIONES VERBALES Y NO-VERBALES QUE SEAN ADECUADOS A LO QUE PRETENDEMOS. Es poner los medios últimos. Esto no se consigue de la noche a la mañana: recordemos que las principales dificultades no van a estar fuera sino dentro de nosotros mismos (por eso enfocamos esto desde el diálogo interior, diálogo con nuestro estado emocional). Si es necesario ensayar ante un espejo... hagámoslo: observemos nuestras expresiones faciales, escuchémonos en el tono con que hablamos, valoremos el significado de las palabras que decimos,...
- ...Y SI AÚN ASÍ METEMOS LA PATA... Llegado el momento cualquiera puede hacerlo. Y si metemos la pata... reconozcámoslo. No se hunde el mundo ni perdemos valor por reconocer nuestros errores, más bien lo ganamos, especialmente con nuestra pareja y nuestros hijos. El saber reconocer errores indica capacidad de reflexión, autocrítica, deseos de superarse y enmendar. ¡Qué mejor ejemplo que éste!. Para saberlo... observemos cómo nos sentimos cuando somos capaces de esto: ese estado interior nos lo dirá perfectamente.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
- Psicología del conductor.
- Factores psicológicos que afectan a la conducción.
- El carro (coche), un lugar para educar.
- Cómo criar a los hijos para que se opongan a la violencia.
- El autocontrol en la inteligencia emocional.
- Manejando las emociones negativas.
- Educar en valores: el autocontrol.
PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
- ¿Qué relación tiene este artículo con nuestra experiencia?. ¿Qué otros datos y reflexiones añadiríamos para completarlo?.
- ¿Con qué situaciones de la conducción expresadas en esta entrada nos identificamos más?, ¿cómo logramos el autocontrol en situaciones así?.
- ¿Qué mensajes escuchamos o vemos en nuestros hijos en estas circunstancias cuando ellos se hallan también en nuestro vehículo?. ¿Que mensajes les transmitimos nosotros a ellos?.
- ¿Qué estrategias se nos ocurren que pueden ayudar a "prevenir" y evitar reacciones inadecuadas o antieducativas para con nuestros hijos durante el ejercicio de la conducción?.
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