Vamos a pararnos un poco en su significado, en su sentido y en su utilidad (tiene todas estas cualidades y no son carentes de importancia vital).
En esta primera parte abordaremos únicamente el asunto del
"juego" y de su importancia, sobre todo en la etapa infantil.
1.- Importancia
del juego.
No tiene el mismo valor el juego para el adulto que para el niño o niña.
PARA EL ADULTO:
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PARA EL NIÑO O NIÑA:
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- Entretenimiento.
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- Auténtico trabajo: lo necesita.
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- Rato de descanso.
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- Ocupación para adquirir experiencia.
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- Forma de evadirse.
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- Aprendizaje de nuevas formas de expresión.
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- Creación, ensayo.
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- Identificación con la vida real: imitación.
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- …
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Por ejemplo: cuando un niño juega a ser médico o constructor no sólo está divirtiéndose sino que se adentra tanto en el personaje que se considera realmente como tal. Las muñecas que cura, viste,… o las casas que construye,… son tan importantes para él o ella como puedan ser para el adulto estos elementos reales. En el juego el niño siempre “actúa”, prueba y practica aquellas actividades que, posiblemente, desempeñará cuando sea adulto o, al menos, imaginará cómo sería eso para él. El juego para el niño o niña será, por lo tanto, un soporte de cultura, ficción y creación al mismo tiempo.
En las sociedades primitivas el juego consistía primordialmente en la “imitación de lo realizado por los padres”: cultivo de la tierra, ganadería, pesca o la caza, el cuidado de la casa y de los niños,… En la actualidad, dada la gran variedad de actividades posibles estos patrones ya están mucho más desdibujados y, también, han desaparecido o llevan camino de hacerlo además aquellos esquemas en los que se decía: “esto es un juego de chicos” o “eso es de chicas” y estaba mal visto que unos se metieran en lo de otras o viceversa,… por la sencilla razón de que en la vida real (laboral, social, etc… el hombre y la mujer pueden ocupar cualquier puesto de forma indistinta).
Por otra parte, los juegos han variado muy poco, en esencia, a través de los siglos. El artista holandés Pieter Brueghel “el Viejo” (1560) pintó en esa obra 84 juegos que apenas difieren de los que hoy conocemos; la rayuela, versos y canciones infantiles son transmitidos de generación en generación casi intactos; incluso existen indicios de que “el sonajero”, instrumento de juego capaz de distraer a un bebé de 3 meses tiene ya antecedentes en la Prehistoria. Eso evidencia que “el juego representa un lazo de unión con el pasado, aparte de expresar el presente y una herencia para el futuro”.
2.- El juego es,
sobre todo, acción.
- Cuando el niño o niña manipula unos juguetes, materiales y herramientas, aprende a coordinar y controlar sus músculos, a hacer que sus miembros obedezcan a su voluntad.
- Es preparación para la vida adulta: por eso imita al adulto o al mundo que le rodea y lo que pasa en él. El niño juega para aprender a vivir, por eso se lo toma tan en serio.
- Cuando un bebé descubre sus manos se pone inmediatamente a jugar con ellas: sonríe ante sus movimientos,…
- El niño o niña de dos años se muestra serio cuando con su juego simula que está leyendo (lo hace por imitación de los adultos).
- Los niños de 3 años reprenden y hablan con toda seriedad a sus muñecos o muñecas, como si fuesen una madre/padre con sus hijos o la señorita de la guardería con ellos mismos.
- El niño o niña de 5 años moldea el papel de su recortable con profunda concentración.
- El niño de 8 años tira el dado del parchís o de la oca como si fuese algo trascendental.
- …
- Esta acción es libre y tiene que serlo: debe ser espontánea.
- Es respuesta ante una realidad que no le ofrece lo que el niño o niña busca. De ahí sus vuelos en la imaginación que supera toda realidad.
- Es preparación del organismo, además de estímulo para despertar la inteligencia y el carácter para el futuro.
- Todo juego tiene un principio, un clímax y un final; es una obra útil que nace de la libertad, expresa el mundo y carácter del niño.
- Hay que ofrecer al niño o niña la suficiente cantidad y diversidad de experiencias y posibilidades de elección, proporcionándole tantas oportunidades de vivir en adulto como las que sea capaz de entender e interpretar en el juego.
- Es necesario también evitar la tentación de “darle todo hecho antes de que él pueda sentir su necesidad”. Con demasiada frecuencia nos ocurre, a todos, que estamos más ocupados en “elegir entre lo que nos ofrecen” que en “buscar lo que necesitamos” y solemos transladar esto también a los hijos, nos proyectamos en ellos.
- Hay que dar libertad a que el niño o niña elija sus propios juegos y la forma de utilizarlos porque es a través de ello como expresará sus necesidades reales en ese momento. Es absurdo imponerle un tipo de juego desde nuestros esquemas de adulto porque al hacerlo nos perdemos, además, la posibilidad de ampliar el conocimiento de nuestros hijos.
- Nuestra intervención en sus juegos ha de consistir únicamente en proporcionarle elementos materiales que favorezcan el juego que han elegido o puedan iniciar otro y, además, de forma inapreciable. Otra cuestión es que observemos riesgos para su salud e integridad o la de quienes están a su lado: en estos casos prima la seguridad y hay que razonar con los hijos sobre las razones de esa interrupción o cambio de dinámica (todo diálogo es siempre educativo).
- "En principio" no es buena idea "cortar" un juego "porque ya es la hora de otras cosas" ya que el juego necesita completar su ciclo: principio, clímax y final. Pero... también hay que valorar otros criterios que, obviamente, necesitan ser razonados con nuestros hijos incluso antes de iniciarse ese juego.
EL JUEGO Y LAS
EDADES:
- En los dos primeros años los pasatiempos organizados y los juguetes son inútiles: el niño o niña “passa” tres kilos de todo ello o lo utiliza todo de forma totalmente ilógica para nosotros.
- A partir de esa edad ya empieza a mostrar interés por juegos nuevos y puede que no se dedique a determinados juegos que sí nos gustaría a nosotros que jugara, pero si es así será porque no los conoce. Es entonces cuando conviene ir enseñándole esos juegos.
- Cuando se enseñan estos juegos hay que procurar que haya equilibrio entre ellos: que desarrollen distintas facultades o cualidades del niño o niña; hay que promocionar la diversidad en el juego y evitar en lo posible y razonable, que “siempre se esté jugando a lo mismo”.
EL
JUEGO Y LAS NORMAS:
- Las normas del juego pueden ser perfectamente inventadas por los propios niños: no necesariamente sean anteriores; las crean ellos mismos porque “ese juego tiene que jugarse bien, es algo muy serio para ellos”. ¡Cuantas peleas habremos presenciado por cosas que a nosotros nos parecen tonterías!.
- Las valoran tanto precisamente porque ese juego es una afirmación de sí mismos en el presente, además de ser una preparación para el futuro. El respeto de esas normas garantizan que eso se haga bien, no de cualquier manera: ellas no son cualquier cosa, lo tienen muy claro.
- ¿Cómo es el ambiente de juego de nuestros hijos?. ¿Son juegos adecuados a las respectivas edades de nuestros hijos?, ¿hay espíritu colaborativo?, ¿comparten entre ellos sus juguetes?, ¿se ponen de acuerdo en respectar unas normas comunes para el juego que eligen?... Si observamos con atención éstas y otras cuestiones iremos descubriendo lo que nuestros hijos necesitan en relación con el juego y la forma adecuada de participar nosotros en esos juegos, si acaso lo vemos conveniente o nos lo piden los propios hijos.
- ¿Jugamos con nuestros hijos?. Caso de no hacerlo, veamos si esa no-participación responde a motivos objetivos o bien sólo es "porque tenemos otras cosas que hacer". Caso de ser afirmativo: ¿respetamos sus propias normas y la dinámica del juego que nuestros hijos quieren desarrollar?, ¿damos pistas para mejorar el juego, alternar unos juegos con otros?, ¿mediamos en los posibles conflictos o bien generamos tal dinámica que la mediación y resolución de los conflictos la desarrollan ellos mismos de forma satisfactoria?.
- ¿Podríamos servirnos de los juegos para "educar en valores" a nuestros hijos?. ¿Cómo hacerlo?. Pensemos en los diferentes juegos a los que suelen dedicarse nuestros hijos y hagamos diálogo sobre ellos (primero en pareja y luego con nuestros hijos); ¿qué valores reconocen nuestros hijos en esos juegos?, ¿qué otros observamos nosotros, los adultos?; ¿cómo podríamos hacer para potenciar esos valores que reconocen nuestros propios hijos?, ¿y para proponer otros valores que los padres y madres -en nuestro papel de educadores- quisiéramos que ellos practicaran a través del juego?.
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