sábado, 11 de mayo de 2013

¡Mamá!,... ¡¡me aburro!!.

¿Qué hacer ante el grito de «¡Mamá, me aburro!»?.
(Artículo escrito por: M.ARRIZABALAGA ARRIZABALAGA11 / MADRID).

Llenar el tiempo de los niños, solucionándoles cada instante de tedio, coarta su capacidad de pensar e imaginar y les hace más vulnerables ante la adversidad.

El niño debe aprender a soportar el aburrimiento y salir de él solo.
«¡Me aburrooooo!». El temible grito resuena en el pasillo de la casa y el padre automáticamente se enfada recordando al hijo los cientos de juguetes que abarrotan su habitación. Un minuto después intenta entretenerlo de una u otra forma. Todo con tal de no verlo aburrido, sin darse cuenta de su error.
«Los niños deben aprender a soportar el aburrimiento porque es parte de la vida, es un ejemplo más para aprender a tolerar la frustración, la apatía y poco a poco sacar los aspectos positivos que éste tiene», explica la psicóloga educativa Consuelo Coloma del Peso, que constata cómo el aburrimiento «nos permite momentos de descanso y relajación y nos deja hacer actividades como pensar, crear, imaginar... que todo el mundo ve como muy necesarias, pero a las que no dejamos margen».
«No es que haya que obligar a que los niños se aburran, sino respetar los momentos en los que llega, añade esta coordinadora del proyecto Universidad de Padres.
Para la psicóloga Mónica Dosil, el error parte de que «cualquier situación de malestar no está permitida para los niños hoy». A su consulta en el centro ISEP Clínic Castelldefels llegan muchos pequeños «faltos de recursos personales» para afrontar la vida, con dificultades para tener un pensamiento reflexivo propio y creativo y con falta de mecanismos para soportar un fastidio o un contratiempo.
El «me aburro» es la petición de auxilio de un niño ante la angustia y la sensación de soledad que le produce no tener con qué ocuparse. Sin embargo, su mensaje a menudo no es entendido. No es que le falten recursos materiales (juguetes, libros, pinturas...), sino personales, según Dosil: «Necesita que alguien le enseñe a pensar cómo entretenerse».
«No les hemos enseñado a disfrutar de la soledad. Invadidos de estímulos externos, los niños están acostumbrados a que las ideas vengan de fuera y están anestesiados con la programación a la que los sometemos», continúa la experta. A su juicio, «intentamos construir un chaval con muchos recursos, pero olvidamos que su recurso más importante para el futuro es el pensamiento». Por eso, Dosil sí cree que hay que buscar huecos para que aparezca el aburrimiento y así la necesidad de pensar.
No hacer nada es un requisito indispensable para ello. Algunos estudios han descubierto que en los momentos de aburrimiento aumenta la capacidad de conectar pensamientos no relacionados, de ahí que aparezca la creatividad. Y los niños de hoy parecen tener aletargada su capacidad de ser creativos. «Siguen teniéndola, pero pierden la iniciativa de dar rienda suelta a su imaginación», según Consuelo Coloma, que observa cómo «en cuanto se les da la oportunidad, rápidamente la recuperan».
Esa falta de imaginación llevó a Teresa Belton, investigadora de la Universidad East Anglia en Inglaterra, a estudiar los beneficios del aburrimiento. En un estudio realizado junto a Esther Priyadharshini y publicado en 2007 en el Cambridge Journal of Education concluyó que el aburrimiento es bueno para el cerebro y «debe ser reconocido como una emoción humana legítima con un papel central en el aprendizaje y creatividad».
Un niño que sabe soportar el aburrimiento, como cualquier otro malestar que forma parte de la vida, es más autónomo, más creativo y está mejor preparado para sobrellevar el estrés y los contratiempos que se le presenten. Así lo considera Mónica Dosil: «El problema siempre es una oportunidad para solventarlo y para construir la propia autoestima».

Cinco pasos ante la queja:
  1. Escuchar su queja, sin enfados ni reproches.
  2. Permitir al niño estar solo y enseñarle a disfrutar de la soledad.
  3. Preguntarle qué podría hacer, qué se le ocurre, de forma abierta para que tenga un momento de reflexión. No dar la respuesta en primera instancia.
  4. Mostrarle alternativas con las que puede entretenerse, pero sin decirle qué hacer.
  5. Desdramatizar el aburrimiento propio, para que lo vea en sus padres como algo normal y contarle qué acostumbra a hacer él cuando se aburre.
A más juguetes... más aburrimiento.

La Real Academia define el aburrimiento como el "fastidio por no contar con algo que distraiga y divierta, pero la acumulación de estímulos tiene efectos contraproducentes". «Tener muchos juguetes les aburre mucho más porque les satura», asegura Consuelo Coloma. Los niños pasan de una actividad a otra constantemente, «pero no desarrollan la actividad el tiempo suficiente como para divertirse». A juicio de la psicóloga educativa, «es mejor que tengan pocos juguetes a su alcance, ir ofreciéndoselos y guardando otros para que puedan concentrarse en el juego».
La experta aconseja elegir juguetes «poco estructurados», porque los más complejos limitan la capacidad de crear. «Es el ejemplo de la caja básica. Los niños a veces apartan el juguete y juegan con la caja. Les interesa porque pueden hacer con ella lo que quieren: es una mesa, o un sombrero...».
A juicio de Coloma, los adultos cometen el error de «regalarlo todo: el coche, con el garaje, el conductor, el camión... La casita de muñecas con todos los detalles... Y a los niños les quedan pocas opciones para imaginar. «A ellos les encantan las tareas por completar», subraya.

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
  • ¿Compartimos los planteamientos de este artículo de M. ARRIZABALAGA publicado en ABC el 10-XII-12?. ¿Cuál es nuestra experiencia concreta al respecto en nuestro hogar, con nuestros hijos?.
  • A la hora de adquirir juguetes o elementos para el juego ¿qué criterios solemos seguir?, ¿qué pretendemos con esos juguetes o elementos para el juego?. ¿En qué nos convendría cambiar, de acuerdo con este escrito, si estamos de acuerdo con él?.
  • ¿Nos sirve la estrategia de seguir los "5 pasos", aquí propuestos, ante la queja de nuestros hijos por su aburrimiento?. ¿Qué dificultades hallamos a la hora de aplicarlos?, ¿qué efectos observamos después de ponerlos en práctica?.
  • ¿Cuál es nuestro papel, como padres educadores de nuestros hijos en el uso  del "tiempo libre"?, ¿es únicamente "dar a los hijos instrumentos materiales" para que se diviertan o "lograr que aprendan a utilizar creativamente su tiempo libre"?.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

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