«Si lo
que haces no funciona, no creas que eres incapaz, simplemente prueba a hacer
algo diferente y observa lo que ocurre» (Giorgio Nardone).
Las
herramientas que hemos presentado hasta ahora (búsqueda y ampliación de
recursos, búsqueda y ampliación de excepciones, proyección al futuro,
externalización…), están en la línea de los modelos centrados en las soluciones
y los modelos narrativos, donde se invita a las personas, a través de la magia
del lenguaje y del futuro lleno de posibilidades, a viajar hacia el cambio
construyendo significados positivos y alternativos.
Sin
embargo, las familias, los docentes o los niños y jóvenes no siempre
aceptan esta invitación. Cuando el problema está muy enquistado o cuando las
personas están muy centradas en él, es muy difícil sacarlas de esas narraciones
(principio de limitación de la teoría general de sistemas), y debemos
ajustarnos a sus estilos para realizar un verdadero acompañamiento. Es entonces
cuando "cogemos el problema por los cuernos” y trabajamos sobre él,
utilizando las herramientas que veremos a continuación: la búsqueda de
soluciones intentadas y la ruptura de la secuencia-problema.
Soluciones intentadas ineficaces.
Según estos modelos más centrados en los problemas, conocidos como modelos estratégicos (Fisch y Weakland, 1988; Nardone y Watzlawick, 2001; Nardone, 2006), los problemas se originan y permanecen por el modo en que las personas perciben y abordan las dificultades normales de la vida. Solemos persistir en acciones que inadvertidamente mantienen los problemas. Estas soluciones intentadas que ponemos en marcha para solucionar nuestros problemas, sin lograrlo, son soluciones intentadas ineficaces. Las soluciones intentadas ineficaces no sólo no generan ningún cambio sino que, incluso, pueden llegar a incrementar y, sobre todo, a mantener el problema. Éste se agrava cuando se aplican de modo repetitivo y creciente soluciones del tipo "más de lo mismo".
Ilustremos
lo dicho hasta ahora con un nuevo ejemplo:
Dos
hermanos están jugando a la Wii o a la Nintendo en su habitación. El padre los
llama desde la cocina para que vayan a cenar y los niños o bien no responden o
bien responden algo así como:
- “¡Ya vamooos!”. Sin embargo, no se mueven de la habitación y siguen con los ojos clavados en los muñequitos que se mueven bajo los rápidos y sincronizados movimientos de sus dedos sobre los botones. Al cabo de unos minutos el padre vuelve a llamar:
- “¡Hijos, a cenaaar!” y la secuencia se repite una vez más. Todo acaba dependiendo de la paciencia del padre. En ocasiones, esta secuencia puede llegar a durar hasta media hora o más y en otras ocasiones solo diez minutos. El problema es que generalmente termina con los gritos del padre, castigando a los niños sin las maquinitas durante una semana, llevando a rastras a los niños hasta la cocina, mientras éstos se quejan y poniendo malas caras durante la cena. Pero aquí no acaba todo. Al día siguiente, y al siguiente y al siguiente, vuelve a pasar lo mismo. ¿Nos suena esta escena?. Probablemente a unos cuantos padres y madres nos resulta familiar.
- “¡Ya vamooos!”. Sin embargo, no se mueven de la habitación y siguen con los ojos clavados en los muñequitos que se mueven bajo los rápidos y sincronizados movimientos de sus dedos sobre los botones. Al cabo de unos minutos el padre vuelve a llamar:
- “¡Hijos, a cenaaar!” y la secuencia se repite una vez más. Todo acaba dependiendo de la paciencia del padre. En ocasiones, esta secuencia puede llegar a durar hasta media hora o más y en otras ocasiones solo diez minutos. El problema es que generalmente termina con los gritos del padre, castigando a los niños sin las maquinitas durante una semana, llevando a rastras a los niños hasta la cocina, mientras éstos se quejan y poniendo malas caras durante la cena. Pero aquí no acaba todo. Al día siguiente, y al siguiente y al siguiente, vuelve a pasar lo mismo. ¿Nos suena esta escena?. Probablemente a unos cuantos padres y madres nos resulta familiar.
En este
caso, según estos modelos, el problema no es que los niños no responden a la
primera llamada del padre. El problema es que la solución que el padre está
poniendo en marcha al “llamarles desde lejos” no funciona y, en lugar de hacer
algo diferente, sigue haciendo más de lo mismo, llamarles más veces y más
fuerte. En ocasiones el padre decide empezar a llamarles diez minutos antes de
que la cena esté lista. ¿Para qué?. Pues para alejarnos más todavía de la
solución, puesto que esta estrategia sigue siendo más de lo mismo, aunque con
una pequeña variación. Esta solución intentada ineficaz permanece a lo largo de
los días y semanas y llega a convertirse en un verdadero problema que se
mantiene en el tiempo.
Si lo
pensamos detenidamente, descubriremos cómo nos anclamos en la tendencia a
utilizar como estrategias para enfrentar la realidad aquéllas que, en el curso
de nuestra vida fueron las más útiles porque permitieron manejar de forma
eficaz nuestra cotidianidad, aun cuando ya no son eficaces para lo que queremos
conseguir. Estas soluciones intentadas, en virtud de su continua repetición y
de su inicial eficacia, se han convertido gradualmente en nuestro modelo
prevalente de percepción-reacción, de afrontamiento de la realidad,
estructurándose como verdaderas conductas recurrentes; y, justo porque fueron eficaces
en cierto momento y contexto, esta modalidad tenderá a ser aplicada y repetida
también cuando, quizá, su aplicación no resulte ya adecuada. De hecho, una
buena estrategia, si es aplicada sobre un mismo problema en un tiempo distinto,
puede resultar una pésima estrategia; del mismo modo, un comportamiento
adecuado en una determinada circunstancia puede ser completamente inadecuado en
otra, aunque sea similar a la precedente.
La
siguiente frase nos resulta muy interesante: “Si lo que haces no funciona, no
creas que eres incapaz, simplemente prueba a hacer algo diferente y observa lo
que ocurre”.
Según este punto de vista, a quienes ejercemos alguna labor educativa y tratamos de ofrecer ayuda, nos interesa encontrar en la conversación que mantenemos con los niños y jóvenes, con el resto de la familia, con los docentes, con los compañeros de trabajo, etc., cualquier solución ineficaz que se esté aplicando ante un problema, con independencia de quién sea el que aporta dicha solución.
Efectivamente, un adolescente ansioso ante los exámenes puede hacer intensos grandes pero infructuosos esfuerzos por tranquilizarse, pero también es posible que su madre insista en que se relaje, que el resto de la familia le evite para tratar de no irritarle, que un amigo le diga que deje de pensar en lo que le preocupa, que el maestro lo saque de clase y le dé cinco minutos fuera para que intente tranquilizarse, que su padre le llame por teléfono a diario para saber si está bien o no, etc. Todos estos intentos de solución, si resultan fallidos y cada vez son más numerosos, es porque se están convirtiendo en soluciones intentadas ineficaces.
Según este punto de vista, a quienes ejercemos alguna labor educativa y tratamos de ofrecer ayuda, nos interesa encontrar en la conversación que mantenemos con los niños y jóvenes, con el resto de la familia, con los docentes, con los compañeros de trabajo, etc., cualquier solución ineficaz que se esté aplicando ante un problema, con independencia de quién sea el que aporta dicha solución.
Efectivamente, un adolescente ansioso ante los exámenes puede hacer intensos grandes pero infructuosos esfuerzos por tranquilizarse, pero también es posible que su madre insista en que se relaje, que el resto de la familia le evite para tratar de no irritarle, que un amigo le diga que deje de pensar en lo que le preocupa, que el maestro lo saque de clase y le dé cinco minutos fuera para que intente tranquilizarse, que su padre le llame por teléfono a diario para saber si está bien o no, etc. Todos estos intentos de solución, si resultan fallidos y cada vez son más numerosos, es porque se están convirtiendo en soluciones intentadas ineficaces.
En el
libro de Fiorenza y Nardone (2008) titulado “La intervención estratégica en los contextos educativos” podrás encontrar varios ejemplos de cómo se repiten
soluciones intentadas ineficaces en situaciones habituales en la escuela: la
relación en clase con un niño con diagnóstico de déficit de atención con
hiperactividad, problemas de conducta, peleas entre dos o más compañeros en el
patio o en el aula, etc.
Para localizar "soluciones intentadas ineficaces".
Para localizar "soluciones intentadas ineficaces".
Para
comenzar con la búsqueda de las soluciones intentadas, podemos plantear las preguntas:
-“¿Qué haces cuando te sucede….?, ¿qué efecto tiene cuando lo pones en marcha...?”.
De manera que se van encontrando aquéllas que dan un buen resultado y aquéllas que no, o aquéllas que dan un resultado parcial a la solución de la situación-problema. De esta manera podemos ver qué cosas son útiles y, por tanto, posibles soluciones eficaces o qué cosas no son útiles, es decir, las soluciones ineficaces. A partir de este momento se trata simplemente de desechar aquellas soluciones ineficaces y estudiar mejor las soluciones eficaces para comprobar la posibilidad de seguir poniéndolas en marcha o de perfeccionarlas para que puedan dar los resultados deseados.
-“¿Qué haces cuando te sucede….?, ¿qué efecto tiene cuando lo pones en marcha...?”.
De manera que se van encontrando aquéllas que dan un buen resultado y aquéllas que no, o aquéllas que dan un resultado parcial a la solución de la situación-problema. De esta manera podemos ver qué cosas son útiles y, por tanto, posibles soluciones eficaces o qué cosas no son útiles, es decir, las soluciones ineficaces. A partir de este momento se trata simplemente de desechar aquellas soluciones ineficaces y estudiar mejor las soluciones eficaces para comprobar la posibilidad de seguir poniéndolas en marcha o de perfeccionarlas para que puedan dar los resultados deseados.
Estas
preguntas tan sólo tratan de que el niño/a, adolescente o adulto pueda, por sí
mismo, correlacionar las soluciones intentadas con los resultados conseguidos
de modo que logre valorar si son eficaces o no. La posibilidad de que las
personas establezcan esta conexión abre un enorme potencial para el cambio o,
al menos, para que puedan empezar a imaginarse nuevas soluciones. Quienes tratamos de educar tan sólo acompañamos respetuosamente al niño o joven para que sea él mismo el que
perciba el modo en que las soluciones intentadas mantienen el problema. Tras
este proceso se esconde la invitación para que abandone su solución intentada
ineficaz y se proponga al mismo tiempo otra solución.
Veamos este ejemplo:
Veamos este ejemplo:
Ruptura de Secuencias-Problema.
Siguiendo
en la línea de lo expuesto en la herramienta de Búsqueda de Soluciones
Intentadas Ineficaces, y de manera muy unida a ella, podemos poner en marcha
otra estrategia denominada Ruptura de Secuencias-Problema.
Esta
herramienta consiste en hacer que la persona nos narre, paso por paso, la
secuencia temporal y espacial en la que se desarrolla aquello que queremos
mejorar o cambiar, a modo de secuencias interaccionales entre las personas que
están presentes cuando el problema se da. El objetivo de esta técnica es ser
consciente de que esta secuencia de conducta interaccional puede repetirse una
y otra vez, al igual que ocurría con la solución intentada ineficaz y que, en
lugar de mejorar la situación, la mantiene o la empeora. La persona, al
observar desde fuera la secuencia, puede tomar conciencia de esta “trampa” y
junto con el profesional de ayuda, elaborar un plan para romper esa secuencia
introduciendo algún tipo de cambio que altere, a partir de ese momento, dicha
secuencia. Es como si hiciéramos un esquema secuenciado de las actuaciones que
llevamos a cabo cada vez que se presenta el problema.
Para poner en marcha esta herramienta.
Para poner en marcha esta herramienta.
Para
poner en marcha esta herramienta preguntamos:
- “¿Qué ocurre exactamente cuando aparece el problema?”, “Cuéntanos cómo ocurrió la última vez que pasó”, “Y cuándo tú hiciste esto, ¿qué hizo la otra persona a continuación?”, “¿Cómo terminó la situación?”, etc..
- “¿Qué ocurre exactamente cuando aparece el problema?”, “Cuéntanos cómo ocurrió la última vez que pasó”, “Y cuándo tú hiciste esto, ¿qué hizo la otra persona a continuación?”, “¿Cómo terminó la situación?”, etc..
Veamos el siguiente ejemplo:
Aunque no estemos dando la solución a la situación, ésta aparece más pronto que tarde porque generalmente las personas, después de este tipo de reflexiones, inducidas por las preguntas, generan ellas solas ideas que pueden abrir la puerta para el cambio. ¡Intentémoslo!.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
Aunque no estemos dando la solución a la situación, ésta aparece más pronto que tarde porque generalmente las personas, después de este tipo de reflexiones, inducidas por las preguntas, generan ellas solas ideas que pueden abrir la puerta para el cambio. ¡Intentémoslo!.
(Basado en la documentación del Curso "Comunicación y Convivencia en las relaciones familia‐alumnado‐centro". Desde la óptica del Modelo Sistémico‐Narrativo.
Autoras: Dácil Josefa Baute Hidalgo y María de la Cruz Pérez Bethencourt).
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
- Lo que ya no me sirve: soluciones intentadas ineficaces.
- Terapia familiar sistémica.
- Terapia familiar breve.
- Solución intentada.
PARA EL DIÁLOGO Y REFLEXIÓN EN FAMILIA:
- Si hiciéramos ahora mismo una revisión de todas las "soluciones intentadas ineficaces" que hay en nuestro ámbito familiar ¿cuántas hallaríamos?, ¿cuáles son para nosotros las más necesitadas de resolverse?.
- ¿Qué estrategias nos han venido bien hasta la fecha para lograr "ruptura de situaciones-problema"?. ¿Cuándo y cómo las llevamos a cabo?.
- Según nuestros criterios y experiencia ¿qué necesitamos tener en cuenta los padres y madres, educadores en general, para que los cambios que introduzcamos tengan éxito?.
- ¿En qué nos ha ayudado este artículo para mejorar el mundo de relaciones educativas en nuestro ámbito familiar?, ¿en qué nos ayudó también en relación con las relaciones de pareja?, ¿y de amistad, compañerismo, vecindad,... con otras personas?.
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