Ser "asertivos" en el lenguaje, en nuestra
forma de comunicarnos con los demás, es una habilidad que se puede aprender y
aportar grandes beneficios tanto en las relaciones laborales, como sociales, de
amistad, de pareja y también con nuestros hijos.
Esta habilidad genera la afirmación propia y la de aquél con quien nos
relacionemos; hace que los demás se sientan más a gusto con nosotros
porque somos más transparentes, más claros al comunicar los
pensamientos y sentimientos; aumenta la confianza en uno mismo y en los
demás, reduciendo las posibilidades de agresividad y sumisión;
incremente el autocontrol de las emociones y de las reacciones.
Ser más o menos asertivo depende del grado de autoestima que hayamos
adquirido; si éste es bajo entonces:
- O nos sentimos inferiores (de
ahí el comportamiento remiso o pasivo),
- o bien tendemos a humillar a
los demás (de ahí el comportamiento agresivo o atacante).
El
“ideal de una persona asertiva”.
- Se siente libre para
manifestarse, ya sea mediante palabras y/o actos.
- Puede comunicarse con cualquiera de forma
abierta, directa franca y adecuada.
- Tiene orientación activa en la vida: va tras lo
que quiere; “intenta hacer que las cosas sucedan”.
- Actúa de un modo que juzga respetable; acepta sus
limitaciones pero “lo intenta siempre”.
- Sabe controlarse y no deja que los demás le
controlen.
- Distingue
sus derechos legítimos, los defiende, pero también reconoce los ajenos y
los respeta.
- No manipula con su conducta. Profundiza la
experiencia y la expresión de humanidad; no engaña.
- Expresa sus sentimientos, sean de enfado o de
ternura, no le influye lo que piensen de él los demás.
- Sabe decir “no” cuando quiere decir “no”, porque
conoce las consecuencias del no saber decir “no”.
Ser asertivos permitirá manejar los propios
sentimientos en las situaciones de mayor dificultad y conflicto. Y si el
conflicto se expresa en un ataque despiadado, falto de todo disimulo y a las
claras,... habría que contestar: “Parece que hoy estás más enfadado/a, pero creo que ese
enfado viene de otras personas o situaciones y yo no soy responsable de ello ni
me gusta pagarlo. ¿Quieres que hablemos de lo que en el fondo está pasando para
que podamos entendernos mejor?”. Cuando contestamos más o menos así estamos:
- Reconociendo los sentimientos de la otra persona.
- Expresamos lo que pensamos de esa expresión y mostramos claramente cómo nos sentimos al respecto.
- Invitamos a hablar del asunto pero "de otra manera" más positiva para ambas partes.
- Reconociendo los sentimientos de la otra persona.
- Expresamos lo que pensamos de esa expresión y mostramos claramente cómo nos sentimos al respecto.
- Invitamos a hablar del asunto pero "de otra manera" más positiva para ambas partes.
Ser
asertivos con nuestros hijos.
"Ser
asertivos" requiere de entrenamiento, no se consigue de la noche a la mañana (máxime si
nos damos cuenta que estamos lejos de estar llevándola a la práctica) y tampoco
podemos afirmar que haya alguien que tenga esa habilidad al completo y la
desarrolle siempre al 100% sin incurrir en errores alguna vez; lo importante
es mantener la actitud de querer acercarnos a ella y en la medida en que lo
sigamos intentando lo iremos consiguiendo (tenemos la suerte de ser personas,
somos dinámicos, podemos cambiar... y por lo tanto mejorar en todo aquello que nos
propongamos).
Walter Riso en su libro “Los limites del amor” dice que “poner
límites es aprender a amar sin perderse uno mismo”. Un límite es una
línea que trazamos para dejar claro lo que se puede permitir y lo que no en
nuestras relaciones, por lo tanto, saber establecerlos es una habilidad que
toda persona asertiva debe desarrollar pues es muestra de una sana autoestima,
nos empodera como personas, reconoce y hace reconocer nuestro valor, marca el
respeto que sentimos por nosotros mismos y el respeto que esperamos de los
demás.
Tres puntos
esenciales a recordar
siempre:
- Los limites muestran lo que es
importante para nosotros, no es una oportunidad para juzgar, culpar o criticar
los defectos que observemos en nuestros hijos. A veces creemos que
establecer limites es enumerar todo lo que nos desagrada de otros y lo que
creemos del comportamiento de los demás y eso en vez de ayudarnos nos
aleja del resultado que queremos que es el respeto. No se obtiene respeto
irrespetando.
- Los límites no necesitan ser
explicados y justificados. No hay necesidad de explicar todas las razones
por las que determinado asunto es importante, al menos para nosotros.
- Deben de ser claros y precisos.
¿Cómo
hacer?, ¿qué pasos seguir?.
- Identifiquemos la situación en la que creemos que
necesitamos poner límites y decidamos qué es bueno para nosotros y qué no
es bueno.
- Empecemos exponiendo lo que
sentimos. No critiquemos el comportamiento de la persona con la
que estamos hablando -mucho menos el de otras personas que no están ahí
presentes- centrémonos en lo que sentimos.
- Seamos específicos en lo que
nos molesta y en lo que queremos. No demos explicaciones tratando
de justificar nuestra postura. Tenemos derecho a que no nos guste o nos
moleste algo.
- Valoremos constructivamente los
elementos positivos que hayamos observado en la conversación con el hijo o hija y
expresemos también ahí nuestros sentimientos.
EJEMPLO:
Nuestro hijo
suele gastar bromas muy pesadas y aunque muchas veces hemos hablado de ello...
a pesar de concluir siempre en que "no va a pasar más veces"...
vuelve a las mismas a las primeras de cambio.
- RESPUESTA:
- "Esas
bromas me molestan mucho,
- me
hacen sentir mal, muy incómodo y enfadado
- porque
las experimento como un sufrimiento inútil, así que te pido que dejes de
gastar ese tipo de bromas.
- Agradezco
que me hayas escuchado y me siento satisfecho por tu decisión de no
volverlo a hacer".
Podemos
aplicar esa estructura a cualquier situación (conflictiva o no) en la que
veamos que es necesario establecer esos límites. Podemos abreviar, por
supuesto, adoptando quizás sólo la 1ª, 3ª y 4ª partes. Cuanto más lo
practiquemos con mayor naturalidad nos saldrá.
PARA LA REFLEXIÓN Y TRABAJO EN FAMILIA:
En pareja,
padre y madre, dialoguemos sobre las situaciones en nuestras relaciones
familiares que requieran de una mayor habilidad asertiva en la comunicación,
tanto entre nosotros (la pareja) como con nuestros hijos.
- Elijamos
cada uno una situación que queramos cambiar en nuestra relación de pareja:
describa cada cual esa situación tal como la percibe o la siente.
- Anotar
los sentimientos que uno experimenta cuando esa situación se da.
- Especificar
lo que más nos molesta de esa situación. Redactemos lo que queremos
pedirle a la pareja para cambiar esa situación.
- Expresemos todo esto
verbalmente a la pareja. Tras la comunicación habremos observado
reacciones de todo tipo pero nos centraremos en lo positivo, lo
resaltaremos y expresaremos lo que ello nos lleva a sentir.
Translademos
este aprendizaje a nuestra comunicación con los hijos y busquemos juntos la
manera de ir abordando las diversas situaciones que nos parezca oportuno
poniendo en práctica la asertividad como habilidad comunicativa en todos los
ámbitos de nuestras relaciones.
PARA AMPLIAR,
CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
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