“Cualquier bien escaso es valioso. El
elogio, por ejemplo”.
El lenguaje (palabras, expresiones, tono de voz…) que utilizamos en la
relación con los hijos es el instrumento más potente que tenemos para edificar
su autoestima.
1.-
Es muy importante describir su conducta sin juzgarla.
- Distinguimos entre la valía de
nuestro hijo y su conducta. Nuestro hijo no es malo porque pega a su
hermana ni es bueno porque comparte juguetes. Es bueno porque existe,
porque le queremos y cuidamos, y porque es especial para nosotros. Y es
capaz de hacer cosas buenas o hacer cosas inadecuadas, pero no es malo.
- Conviene describir la conducta
sin juicios ni valoraciones hacia la persona.
2.-
Mostrar nuestra reacción a su conducta.
- A los niños les resulta más
fácil satisfacer nuestras expectativas y evitar el conflicto cuando saben
por qué reaccionamos como reaccionamos las personas de su entorno.
- Por eso necesitamos comunicar
los motivos por los que queremos que se haga algo, manifestar abiertamente
nuestra reacción ante una situación, expresar aprecio o desaprobación…
Cuando actuamos así comunicando algo de nosotros mismos, estamos empleando
el lenguaje de la autoestima.
- Apreciar sus esfuerzos, tanto
si tienen éxito como si no, acogemos sus sentimientos, sean positivos o
negativos. Y él se sentirá apreciado, observado y comprendido, incluso
cuando se le corrige.
- Estos tres componentes del
lenguaje de la autoestima se han de tener muy en cuenta en el proceso de
corrección y elogio de nuestro hijo.
Aprender a elogiar.
La conducta de nuestros hijos queda configurada por nuestra aprobación.
Cuando les apreciamos, obtienen el mensaje de que está bien y de que lo que
hacen es aceptable. Por eso el hecho de complacer les motiva a ellos para
aprender todo, desde el lenguaje a los modales en la mesa.
1.-
Emplear el lenguaje de la autoestima.
Si empleamos el lenguaje de la autoestima
para elogiar a nuestros hijos, hacemos mucho más que comunicar aprobación: les
damos algo que llevan consigo, aprenden a reconocer lo que tiene un valor
especial y de lo que pueden sentirse orgullosos, aprenden a elogiarse a sí
mismos y a valorar sus propios esfuerzos.
Pongamos un ejemplo:
David enseña orgulloso a
su padre un dibujo que hizo en la escuela. Su padre se muestra efusivo:
- “¡Qué buen dibujo! Me encanta. Eres fabuloso”. Pero David nunca sabe
qué le gusta a su padre de la pintura. Si hubiera utilizado el lenguaje de la
autoestima, su padre le podía haber dicho:
- “¡Esto es fabuloso! .Veo una casa y un perro al lado de unas
flores blancas… (Descripción). Me gustan los colores que has elegido y esas nubes en
movimiento y me doy cuenta de con qué detalle has dibujado la cabeza del perro (Reacción). Te has debido esforzar mucho para hacerlo (Reconocimiento). Vamos a colgarlo y enseñárselo a mamá”.
2.-
Comunicar los sentimientos al elogiar.
Hemos de ser generosos en el elogio, y siempre sinceros, pues el elogio
ayuda a los hijos a verse a sí mismos de forma más positiva, no sólo como son
sino como creemos que podrían ser. Con el elogio auténtico obtienen la
confirmación de su mejor identidad.
También en el elogio hemos de emplear los pasos del lenguaje de la
autoestima: descripción, reacción y reconocimiento.
3.-
Evitar el elogio excesivo.
Los elogios excesivos hacen sentirse a los hijos presionados. La tensión de ser elogiado en
exceso resulta insufrible y los hijos suelen después hacer lo contrario.
Para evitar los elogios excesivos, se ha de usar de nuevo el lenguaje de la
autoestima: descripción, reacción y reconocimiento.
4.-
Evitar el elogio ambivalente.
El cumplido ambivalente mezcla el elogio con el insulto: se elogia al hijo
lo bien que hace algo, pero a la vez se le recuerdan fracasos anteriores. El
elogio no será bien recibido.
Aprender a corregir.
Los padres, somos tanto maestros como espejos para nuestros hijos.
Necesitamos enseñarlos a controlar sus impulsos, asumir responsabilidades y
respetar a los demás. No podemos renunciar a esto.
Este proceso de aprendizaje depende de cómo utilizamos el lenguaje de la
autoestima en nuestras correcciones ante una conducta problemática de un hijo.
Los hijos a los que se corrige sin razones tienden a ser menos razonables;
aquéllos a quienes se habla abusivamente, tienden a abusar verbalmente de los
demás, incluidos los padres…
Si las correcciones tienen forma de rechazo o insulto, nuestro hijo no
estará receptivo a la nueva información ni querrá comportarse correctamente.
Aunque “obedezca”, se sentirá derrotado, resentido, reacio y enojado.
Los cuatro pasos.
Si se emplea el lenguaje de la autoestima a la hora de
corregir, nuestro hijo sacará provecho de la corrección y cambiará de conducta
sin sentirse mala persona. Tiene estos pasos:
1. Describir la conducta
sin valorarla: “La habitación aún no está recogida”.
2. Dar una razón para el
cambio de conducta: “Me siento molesto por el desorden”.
3. Reconocer los
sentimientos y circunstancias del hijo: “Ya veo que te sientes limitado por la falta de tiempo”.
4. Formular claramente lo
que se espera: “Necesito que cada cosa esté en su sitio
antes de salir”.
Estilos de lenguaje que evitar.
1. Hipergeneralizaciones: “Tú siempre lo haces mal”.
2. El trato silencioso:
Negarse a hablar o incluso mirar al hijo por su mala conducta le hace sentir
personalmente rechazado y se siente incapaz de compensarlo o hacerlo mejor.
3. Amenazas vagas o
violentas: “Espera a que lleguemos a casa”. “Hazlo otra vez y verás lo que te pasa…”. Este tipo de amenazas
produce una sensación de miedo, sobre todo en niños pequeños que se lo toman al
pie de la letra; los mayores saben que realmente no les va a pasar nada.
No es fácil al principio cambiar el modo de corregir a los hijos, pues
caemos en el antiguo estilo de juzgar, amenazar o engañar, incluso insultar,… A
medida que nos familiaricemos con el lenguaje de la autoestima mejorarán
nuestras reacciones y nos sentiremos más libres.
PARA EL TRABAJO EN FAMILIA:
Actividades y propuestas.
1. Revisión.
Revisar el comportamiento de nuestros hijos desde las pautas concretas que
se dan en este capítulo.
- Hacerlo
desde la experiencia de cada uno. ¿Qué nos recuerda?. ¿Cómo actuamos
nosotros?.
- Destacar
hechos, casos, anécdotas, situaciones concretas…
- Insistir
en qué consiste el lenguaje de la autoestima.
2. Práctica.
A elogiar se aprende elogiando, y a corregir, corrigiendo. Lo hacemos
habitualmente, pero quizás no lo hacemos bien. Por eso conviene ver cómo actúa
la gente para descubrir fallos y errores.
- Fijarse
durante una semana por ejemplo cómo actúan los padres y madres en las
relaciones con sus hijos, en el mercado, en el parque, en la calle, en los
comercios… Qué dicen, cómo lo dicen, qué hacen…
- Analizarlas
después: Parece el adulto razonable o lo contrario. Valora sentimientos o
fustiga al niño. ¿Manifiesta una formulación clara de expectativas?. ¿Le
dice claramente lo que espera de él?.
- Determinar
si esas actuaciones tienen probabilidades de aumentar la autoestima o
de ponerla en peligro.
Para elogiar y corregir adecuadamente es necesario practicar según las pautas dadas para el lenguaje de la
autoestima. Buscar casos y situaciones concretas en las que han estado
presentes (o deberían haber estado) correcciones o elogios. Pueden ser las que
han salido en la revisión.
- Recordar
que sucedió: Por
qué dio resultado o por qué no.
- Concretar
cual sería la conducta adecuada según las pautas del lenguaje
de la autoestima.
- Representarlo
en alguna escena para grabar el esquema de funcionamiento.
- Practicarlo
después en las interacciones con los hijos. Ver las diferencias de
comportamiento en ellos:
- Si
reconocemos los sentimientos de los hijos, ¿estamos todos nosotros menos
enfadados?.
- Si
damos una explicación razonable de por qué queremos algo, ¿nos sentimos
más justificados?.
- Cuando
formulamos claramente las expectativas, ¿nos sentimos más justificados?.
- En
definitiva, ¿se da menos conflicto, menos discusión, menos resistencia?.
Recordar en qué momentos se han tenido más
dificultades para utilizar el lenguaje de la
autoestima:
- ¿Fueron
momentos de estrés o de mucho enfado?.
- ¿Se
debieron a antiguas formas de responder?. Repasarlo y reescribirlo
utilizando los cuatro pasos anteriores.
Centrarse especialmente en las correcciones. Partir de las
siguientes respuestas de ataque y elaborar en cada caso una respuesta de ataque
que siga los pasos del lenguaje de la autoestima.
- “¡Deja
de molestarme!. ¿Es que no puedes jugar nunca sólo?”. (Rechazo).
- “¡Qué
sucio está todo!. Eres un cochino…”. (Epítetos negativos).
- “¿No te
puedes estar quieto?. Sigue así y tendremos un accidente”. (Amenazas).
- “No
piensas más que en ti” (Generalización).
He aquí un ejemplo frente a la respuesta
atacante de “¡Para
quieto, gamberro!” (Epíteto negativo): “Estás pegando a tu hermana (descripción de conducta). Eso le hace daño y le molesta (razón del cambio conductual). Veo que te enfadas cuando se lleva tus
juguetes (reconocimiento de sentimientos). No quiero que os peguéis de
ninguna forma” (enunciado de expectativas).
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
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