Éste es su enlace-web:
Uno puede ir por una autovía y pensar:
- "Sé que por aquí hay socabones, baches, terraplenes a los lados,... lo mejor es que me desvíe por donde pueda y no siga por aquí porque hay muchos y graves peligros".
- "Sé que esta vía tiene muchos peligros, pero los conozco y además sé cómo puedo caer en desgracia, así que lo que tengo que hacer es tomar precuaciones y hacer caso a las señales indicadoras".
Y tú... ¿por cuál optarías?.
Hace unos cuantos años, iniciada ya mi relación de pareja con quien decidió compartir su vida conmigo como yo con ella, decidimos "no tener televisión en casa". ¿Por qué?... pues porque las 24 h. de cada día nos parecían pocas para hablarnos, contarnos mil y una cosas o comentar sencillamente de nosotros mismos y porque deseábamos vivir totalmente desasidos de las cosas,... y veíamos en la televisión más inconvenientes que ventajas y con creces.
Cuando empezamos a "pensar en los hijos", los que queríamos llamar a vivir con nosotros, nos reafirmamos en esa opción "porque considerábamos que era mejor también para ellos y la EDUCACIÓN que les queríamos dar, cuando los tuviéramos, iba a ser mucho más sencilla, mucho más fácil sin la televisión que con ella".
Esta opción llamaba mucho la atención de esos comerciantes que van por los hogares vendiendo productos y se admiraban de que "no tuviéramos caja tonta en casa y encima por decisión libre" (éramos unos auténticos bichos raros para ellos). En otras ocasiones hacíamos pensar que "éramos tan pobretones que no teníamos dinero para comprar una caja de ésas", así que cierto día vimos llegar a la puerta de nuestra vivienda un vecino que traía un televisor en brazos "creyendo que así nos hacía un gran favor"; no pudimos decirle que no, lo acogimos y agradecimos... pero con la sensación de haberla piciado, de haber cometido un error de los gordos.
Ya teníamos un hijo y de él nos contaban en la guardería que "era el único niño que se quedaba extasiado viendo la tele"... cuando todos los demás pasaban tres kilos de la misma; la explicación era obvia: en casa no la veía nunca porque no la había. Pero ahora... ahora...:
- Tuvimos que hablar de la televisión, ver cuándo la íbamos a ver y cuándo no.
- Establecimos un poco de horario y en qué orden la íbamos a dejar intervenir (al menos nunca durante las comidas).
- Nos propusimos hacer criba de los programas que íbamos a seleccionar: cuáles valían la pena y cuáles no.
- ...
Es decir, hubo que dialogar, ponerse de acuerdo en "cómo usar este instrumento" para que todo aquello que nos parecía pernicioso no causase el daño temido y pudiéramos aprovechar todo lo bueno que sí reconocíamos en semejante invento.
Fuimos dándonos cuenta de que "la solución no es evitar el uso de esta tecnología sino de educarnos en su adecuado uso". En sí no son malas las cosas sino el uso que hagamos de las mismas.
Lo mismo puede decirse de internet y todo lo que en esa red podamos hallar: no es en sí tan nefasto como a veces se afirma sino "cómo nos servimos de todo ello, del uso que realicemos". Obviamnete, eso nos llevará a ampliar y profundizar más todavía en nuestro diálogo interno y también con quienes conviven con nosotros: nuestra pareja y nuestros hijos; puede que sea más trabajoso así,... pero es un camino que a la larga nos llevará a saber convivir en la realidad sin huir de ella, de ser capaces de ser críticos en ella sin claudicar de nuestros planteamientos y haciendo de esa actitud un ejemplo que sirva de instrumento educativo para nuestros hijos.
Elementos irrenunciables.
Podemos prescindir de internet, de la televisión, de los videojuegos,... de todas las cosas que no sean esenciales para sobrevivir,... pero si las tenemos nunca nos puede faltar:
- Tener muy claro lo que esa tecnologías son y sus finalidades o utilidades que les podemos encontrar.
- Compartir criterios, comunes a todos los miembros de la casa, para su uso: cuándo, dónde, cómo,... usarlas.
- Establecer una serie de normas coherentes con lo anterior que sean respetadas por todos, de acuerdo a los criterios que nos mueven a proponer y vivir esas normas.
- Hacer del uso de estas tecnologías tema de diálogo padres-hijos: ni todo es del color con el que lo miramos los padres ni tampoco es del color con que lo ven los hijos, necesitamos compartir pareceres, ayudarnos a pensar y reflexionar unos con otros.
- Tener muy claro siempre que somos los padres y madres quienes hemos de llevar en esto la iniciativa, somos nosotros quienes debemos marcar los límites -si así lo vemos necesario- cuando éstos no sean percibidos por los hijos.
- También nos corresponde a nosotros encaminar las situaciones de manera que todo acabe siendo siempre un instrumento educativo.
- Procurar siempre que el uso de estas tecnologías no perjudiquen nunca el adecuado desarrollo personal de nuestros hijos: no interfieran negativamente en sus estudios ni dañen su salud o empobrezcan sus relaciones sociales con los más cercanos.
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