lunes, 14 de mayo de 2018

Mi deliciosa sopa de hortigas, ¡pruébela!

Artrosis, próstata, cálculos renales, eccema, dolor de cabeza, caída del cabello, inflamación de las vías urinarias… La ortiga se encuentra entre las plantas medicinales más eficaces del mundo, por lo que debería ser un elemento indispensable en cualquier botiquín doméstico.
Siempre decimos que lo más razonable sería abandonar a su suerte a nuestras semillas, plántulas y esquejes, e incluso dejar de indagar acerca de la simbiosis de plantas e insectos, para transformar nuestros huertos en auténticas plantaciones de ortigas. Y es que esta planta es más que suficiente para cuidar, alimentar ¡e incluso vestir! a toda la familia.

Además, seguro que la medida sería de buen agrado también para los animales. De hecho, a todos les encantan las ortigas, empezando por las gallinas y las mariposas.
Según el célebre naturópata suizo Künzle, gran especialista en plantas, la ortiga habría desaparecido hace mucho tiempo de la faz de la Tierra si no fuese porque pica para alejar a todos aquéllos que pretenden comerla. ¡Todos los animales del mundo (incluido el ser humano) se le habrían echado encima!.

La injusta mala fama de las ortigas.

La ortiga es una de esas plantas de las que absolutamente todas las partes se aprovechan y resultan útiles; desde la raíz y el tallo a las hojas, las flores y las semillas.
Aunque le sorprenda oírlo, dada su fama, ¡la ortiga es la mejor amiga del hombre!. Y precisamente por eso se hace tan difícil de entender por qué muchos se empeñan en enseñar a los niños pequeños a reconocerla… pero para huir de ella.
Es cierto que el contacto con sus hojas puede ser realmente molesto (incluso doloroso), y que tropezarse con una cuando se pasea desprevenido por el campo no es plato de buen gusto para nadie, pero eso no debe empañar todo lo bueno que las ortigas pueden aportarnos.
El efecto urticante de las ortigas (que de hecho viene de la palabra latina que designa a esta planta: “urtica”) se debe a que están recubiertas, como si de un erizo se tratase, de pelos de sílice; tanto sus hojas como sus tallos e incluso sus frutos.
Los pelos más grandes son como verdaderas agujas hipodérmicas, capaces de atravesar la piel. Y en la base de esas púas se encuentra una ampolla llena de toxinas (histamina, acetilcolina, serotonina y ácido fórmico).
Al menor contacto, esas agujas atraviesan la piel e inyectan las toxinas en ella, lo cual provoca la aparición de granos y quemazón.
Las ortigas más grandes que puede encontrar en medio de la maleza son muy poco urticantes, y aun así pueden hacernos pasar un mal rato. Pero ciertas variedades tropicales pican de tal forma que el dolor puede llegar a durar varios meses.
Hoy quiero compartir con usted la receta que yo mismo preparo en casa, ya que la sopa de ortigas es un auténtico clásico de la cocina silvestre que todo amante de la salud natural debe conocer.

La sopa de ortigas que yo preparo en casa.

Lo primero es, evidentemente, encontrar las ortigas. Recójalas en una zona en la que vea que crecen varias plantas (lo ideal es un mínimo de 3 m2) y escoja sólo aquéllas que no se encuentren en flor (después de la receta encontrará información sobre cómo cogerlas con las manos sin que le piquen).
Los brotes deben ser jóvenes y tiernos, por lo que la mejor fecha sería en los meses de abril o mayo. No obstante las ortigas tienen un rebrote en otoño.
Escoja únicamente brotes que tengan entre 30 y 40 cm de alto y elimine 15 cm de la parte superior. Cuando tenga 200 gramos, lávelos con abundante agua y córtelos en grandes trozos.
Tenga en cuenta que la ortiga es el hogar de muchos insectos, por lo que es muy importante que la lave bien (especialmente en caso de utilizarla cruda en otras recetas).
Caliente un poco de aceite de oliva en una olla que pueda contener hasta 1,5 litros. Añada un poco de cebolla picada y déjela hacerse a fuego suave durante 5 minutos, removiendo con frecuencia.
Añada a continuación las ortigas cortadas en grandes trozos y algunas patatas cortadas si desea una sopa más espesa (pero, ¡ojo!: incorpore patatas a la receta únicamente si va a consumir su sopa de ortigas el mismo día de la preparación, pues las patatas en sopas y cremas no se conservan bien, ni siquiera en la nevera).
Incorpore entonces 1,5 litros de agua y una pizca de sal y lleve a ebullición. Una vez hierva, déjelo cocer durante 20 minutos a fuego suave.
Una vez apartada del fuego, mezcle bien hasta obtener una textura de crema (si lo ve necesario puede usar una batidora). Pruébelo y corrija el sabor salpimentando al gusto.

Cómo recolectar las ortigas.

Las ortigas, una vez secas o tras pasarlas por agua caliente, ya no pican.
No obstante, para poder agarrarlas y recolectarlas frescas sin ortigarse (sí, quizá a algún lector le suene un tanto rara la palabra, pero esta planta… ¡tiene un verbo propio!) lo más sencillo es utilizar guantes de goma gruesos. En caso de no tenerlos, agarre la ortiga por su base, que es donde tiene menos pelos urticantes, pero teniendo en cuenta que su tallo fibroso puede ser muy difícil de romper (excepto en el caso de las plantas más jóvenes en primavera).
También se pueden agarrar las hojas de la parte superior de la planta con el pulgar y el índice, por un lado y por otro del tallo, y levantar la mano hacia arriba apretando con fuerza. 
Y es que los pelos de las ortigas más grandes son en su mayoría oblicuos y están dirigidos hacia la punta de la hoja, por lo que nos pincharemos menos agarrándola de esa manera (no obstante, este método no funciona con las variedades más pequeñas, como por ejemplo la Urtica urens, en la cual los pelos-púa salen en todas direcciones).
Recuerdo que cuando yo era pequeño se solía decir que cogerlas con la mano derecha y aguantando la respiración es un método eficaz para que no piquen. No obstante, mi recomendación es que use el sentido común y apueste siempre por cosecharlas armado con unos buenos guantes.
Incluso así a veces resulta imposible no ortigarse, ya sea en los brazos, las piernas o en cualquier parte del cuerpo que se lleve al descubierto.
En caso de contacto, frote la zona afectada con hojas de la propia ortiga (pero, ojo: aplastadas) o con hojas de acedera o de llantén. También hay quien recomienda aplicar sobre la picadura hierbabuena, que precisamente crece con frecuencia al lado de las ortigas, agua fría o incluso saliva.

Mucho más allá de la sopa de ortigas.

Aunque la sopa es muy saludable -además de deliciosa-, sus propiedades terapéuticas no pueden compararse a la de otros preparados naturales a base de ortigas, como por ejemplo los zumos concentrados, las infusiones, las cataplasmas e incluso los champús (que son la gran esperanza de los calvos en lo que a tratamientos naturales se refiere).
Problemas de próstata, renales, de articulaciones, cutáneos, alopecia… Todas estas dolencias y muchas más pueden ser tratadas con soluciones naturales a base de ortigas que usted puede preparar en su propia casa.

¡A su salud!.
Luis Miguel Oliveiras
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Fuentes empleadas por el autor:

  • El sacerdote suizo Johann Künzle (1857-1945) estimuló con su trabajo un interés considerable por las plantas medicinales en Europa durante la primera mitad del siglo XX. Su labor dio lugar al desarrollo de diversas fórmulas a base de hierbas utilizadas en muchos países.

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