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sábado, 3 de septiembre de 2016

Educar en la fe

Desde que nacen nuestros hijos, desde el momento de su concepción habría que decir, mantenemos una atención constante sobre ellos y nos ocupamos de que todas sus necesidades estén debidamente cubiertas, que nada de lo esencial les falte: alimentación adecuada, cuidados de su salud y atención médica a la mínima irregularidad detectada; le procuramos los medios necesarios para estimular todas sus potencialidades, promovemos su adecuada interacción con el medio, le animamos a disfrutar de todos aquellos espacios naturales y sociales en los que nos movamos;... tenemos muy claro que todo ello redundará en su adecuado desarrollo personal.
A medida que va creciendo va tomando también contacto con otros aprendizajes: unos son académicos, otros tienen que ver con las habilidades sociales para una mejor convivencia con otras personas, también con sus iguales, etc...
 Procuramos que su formación abarque todos los ámbitos de su personalidad y desarrolle todas sus potencialidades. ¡Muy bien!.

¿Y la educación de la interioridad, la dimensión espiritual?.

Hay al respecto una gran diversidad de respuestas.
  • Unos piensan que eso de la interioridad, el mundo del espíritu, es algo que ellos no pueden entender todavía y que ya habrá tiempo para hablarlo cuando ya sean mayores. Mientras tanto, procuran abstenerse de hablar de ello "con la intención de preservar su capacidad de búsqueda y elección completamente libre". Razón por la cual no les hablan de Dios ni de nada que tenga que ver con Él; tampoco les apuntan a Religión en la escuela y aún menos les llevan a Catequesis en alguna parroquia.
  • Otros, por el contrario, sí hablan de estas cosas y ya desde muy niños les van poniendo en contacto con vivencias relacionadas con el hecho religioso,... pero siempre delegando totalmente en otras personas e instituciones (profesorado de Religión, catequistas de la parroquia, colegios religiosos,...) todo lo relacionado con la educación en la fe,... llegando incluso a descuidar el ejemplo que deben a sus hijos en relación con esta vivencia.
  • Tenemos otro grupo de familias en las que existe también esta comunicación abierta y natural acerca del hecho religioso, de la relación con Dios, de la búsqueda de sentido, de la trascendencia,... y, aunque pueden contar con la ayuda de la asignatura de Religión en la escuela y de la catequesis en la Parroquia, tienen muy claro que "los primeros y principales educadores en la fe de sus hijos ni es la escuela, ni la parroquia y mucho menos es el Estado,... sino ellos mismos: los padres y madres".
¿Por qué y para qué educar en la fe?.

Las razones de POR QUÉ lo hacemos sin delegar totalmente esta tarea en otras instancias es porque:
  1. Es nuestra responsabilidad igual que lo es el cuidado de su salud física, su desarrollo intelectual, sus habilidades para la convivencia,...
  2. Nadie conoce a nuestros hijos mejor que nosotros y nadie puede educarles en esto mejor de como lo haríamos nosotros.
  3. Somos la referencia constante, somos el espejo en el cual nuestros hijos se miran todos los días,... también en lo relacionado con la dimensión espiritual, la interioridad (que va más allá incluso de lo religioso).
El PARA QUÉ tiene que ver con:
  1. Ayudar a nuestros hijos a plantearse cuestiones de sentido: también ellos se hacen preguntas que nosotros llamamos "existenciales" y aunque sus respuestas tengan palabrejas distintas de las nuestras... también ellos necesitan hallar orientación para sus vidas y les pueda llevar a ver más allá de lo aparente.
  2. Crear y fortalecer criterios para su conducta que darán sentido a sus formas de relacionarse consigo mismos, con los demás y todo su entorno social y natural.
  3. Llegar al conocimiento y a la relación adecuada con Aquél que dará sentido completo a sus vidas igual que nos lo ha dado a nosotros, pues si Él les falta, si no le llegan a conocer siquiera,... ¿quién o qué guiará sus pasos hacia su total realización personal?.
Los medios no son lo fundamental, pero ayudan a dar con lo esencial.

ASIGNATURA DE RELIGIÓN:
No esperemos a que los gobiernos favorezcan la existencia de la asignatura de Religión en la escuela (de sobras sabemos que hay partidos políticos a los que poco o nada les importa que más del 75% de las familias de este país elijan LIBREMENTE esta asignatura cada año para sus hijos: ellos prefieren obedecer y servir a su ideología mucho más que a la ciudadanía). La asignatura de Religión no la han de defender los políticos, ni los obispos, ni los profesores/as de Religión sino nosotros: es nuestro derecho y nuestra responsabilidad.

CATEQUESIS PARROQUIAL:
No pretendamos que sea sólo la parroquia quien se ocupe de dar catequesis a nuestros hijos. Muy bien si puede hacerlo, es y será siempre una gran ayuda, pero tengamos siempre en cuenta que nosotros somos los principales catequistas de nuestros hijos, además de insustituibles. La Parroquia está para ayudarnos, igual que el profesorado de Religión, pero no para suplirnos.

PARTICIPACIÓN EN LA LITURGIA:
A lo largo del año tenemos muchas ocasiones para vivir y celebrar la fe en comunidad, no sólo de manera personal. Para eso están:
  1. La CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA DOMINICAL (la Misa de cada domingo). Algunos se toman esto como una obligación cuando en realidad es una OPORTUNIDAD, una excelente ocasión para reunirnos con otras familias, otros cristianos y celebrar con gozo esta fe que compartimos y que nos impulsa a vivirla cada cual consigo mismo, con los demás y con Dios.
  2. Los SACRAMENTOS, además de la Eucaristía, nos ayudan a vivir experiencias de encuentro con Dios, con la Comunidad y con nosotros mismos.
  3. Los TIEMPOS LITÚRGICOS y toda su pedagogía: Adviento, Navidad, Cuaresma-Semana Santa, Pascua y Tiempo Ordinario. El año litúrgico nos ayuda a conocer los elementos esenciales de la fe cristiana porque está basado en la fe en Jesucristo: en su mensaje expresado en sus hechos, actitudes y palabras con que nos dio a conocer lo esencial: el AMOR que Dios nos tiene, la vocación a la que estamos llamados, el amor a Dios, al prójimo, a la Creación entera y a uno mismo.
PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
  1. Planteémonos esta cuestión en la pareja, independientemente de si creemos que tenemos mucha o poca fe. ¿Cómo vivimos nuestra fe?, ¿en qué creemos que la podemos mejorar y así poder educar mejor en ella?.
  2. Contemos con los medios que tenemos a nuestro alcance. ¿Los conocemos suficientemente?, ¿qué podemos hacer para ampliar ese conocimiento y ofrecerlo a nuestros hijos con mayores y mejores argumentos?.
  3. Cuidemos la coherencia con nuestros propios planteamientos. Si queremos lo mejor para nuestros hijos ¿cómo acompañarles en la vivencia de la fe?, ¿cómo evidenciar nuestra coherencia con esta fe, mucha o poca, que decimos tener?. ¿Qué ejemplo les estamos transmitiendo y cómo hacer para que que nuestros argumentos sean más creíbles, más auténticos?.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

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