Con el presente artículo trataremos de exponer distintas formas de entender
y afrontar la muerte según diferentes creencias, entrando después más concretamente en la perspectiva cristiana.
El
duelo y la muerte en distintas confesiones religiosas.
En los siguientes enlaces-web hallarán información amplia y clara sobre
cómo se percibe el hecho de la muerte en distintas religiones, aquéllas
que son mayoritarias en nuestro mundo actual:
- ¿Qué es la muerte para un
cristiano católico?.
- La muerte para un cristiano
ortodoxo.
- Creo en la resurrección.
- La muerte en el Judaismo.
- La forma judía de muerte y
luto.
- La muerte en el Islam.
- La muerte y el juicio en el
Islam.
- Significado de la
muerte en el Hinduísmo.
- La muerte en el Budismo.
Cada cual, desde la perspectiva de su propia fe, con toda seguridad
añadiría más información o lo haría de maneras diferentes... aunque fuera con
el mismo contenido, razón por la cual no vamos a entrar a detallar ni ampliar o
resumir ninguna de estas aportaciones, sencillamente brindamos esta
documentación que, eso sí, nos parece bien fundamentada.
Aspectos
comunes.
En todas estas concepciones de la muerte y el "más allá"
las religiones nos hablan de un estado superior a la vida que vivimos en este
mundo; en todas ellas, de una u otra manera, llegamos a un grado de perfección
y de felicidad que no nos es posible en nuestra actual vida. Es a un fin último
de perfección y felicidad total a las que estamos llamados.
Desde
la perspectiva cristiana.
Independientemente de la "forma" en que se dará esa "vida
eterna" de felicidad y perfección los cristianos sí tenemos claro al menos
que esta VIDA es con Dios y en Dios.
La meta de un cristiano en este mundo es lo que en el Génesis se relata con
el mito de la Creación y el Paraíso (Gn. 1-2): vivir en absoluta armonía
consigo mismo, con la naturaleza y con Dios; la que se refiere a la VIDA ETERNA
es la perfección de esta primera meta: ser UNO en Dios, llegar a la total
identificación con Él. Veamos:
Así lo hallamos claramente en la Biblia: Salmo 61, Salmo 138. También lo entendieron de ese modo los
místicos, entre ellos San Agustín: "Confesiones de San Agustín",
"Oraciones de San Agustín",
quien en una de sus oraciones afirma: "...nos has
hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en
Ti".
La
muerte no es el final del camino.
"Si para un cristiano la muerte no es sino un paso más hacia el
encuentro e identificación plena con Dios... entonces ¿por qué nos afligimos
tanto cuando alguien muere?, ¿no debiéramos experimentar la mayor de las
alegrías por saber que esta persona a quien hemos querido y seguimos queriendo
alcance por fin esa paz y felicidad infinita y perfecta?".
¿Nos hemos hecho alguna vez esta pregunta?. Con toda seguridad que sí.
Sin embargo, el que la fe nos aporte esa sabiduría y sentido de
trascendencia... ello no nos libera de nuestra humanidad. Hay otras cuestiones
que valorar:
1. La muerte de un ser
querido significa que "ya no podremos comunicarnos con él de la misma
forma con que antes lo hacíamos", hay un antes y un después claramente
diferenciados. Esto causa dolor, no nos hacemos
fácilmente a la idea de se cambio, lo experimentamos como una
"pérdida" aunque realmente no lo sea.
2. Siempre quedan cosas
"pendientes" entre nosotros y quien fallece. Nos hubiera gustado haber tenido una relación mejor, podernos reconciliar,
aclarar historias, haber amado más,... Nos duele no haber llegado a eso
conforme hubiera sido de nuestro agrado.
3. ...
Si observamos bien estas cuestiones tan humanas se puede deducir claramente
que en realidad estamos más pendientes de nosotros mismos
que de la persona que fallece. La experiencia de este duelo puede ser
diferente si en él contempláramos las cosas desde una perspectiva neutral o
bien con actitud empática: situándonos en la perspectiva del que fallece y de
la esperanza en esa VIDA plena que inicia tras lo que llamamos
"muerte".
Esto es fácil decirlo y quizás también comprenderlo cuando no nos hallamos
en el proceso de duelo pero nada sencillo cuando de repente se llena de
nubarrones todo nuestro interior. Razón por la cual, aunque nos acompañe la fe y ésta ilumine y guíe toda nuestra vida,... nos
conviene valorar también nuestra humanidad, aceptarla, asumirla y saber ser
pacientes con nosotros mismos y con quien está a nuestro lado pasando esa misma
situación.
Un
camino por recorrer.
CON
NOSOTROS MISMOS, MIENTRAS VIVIMOS:
- Coherencia con nuestra propia
fe. Si vivimos de acuerdo con nuestros propios
principios, creencias o convencimientos,... si hacemos unidad entre
pensamiento, palabras y obras-actitudes... habremos asentado la base
fundamental para sentirnos bien, con nosotros mismos, hacer el sendero de
la felicidad y evitar muchos lamentos.
- Vivamos unas relaciones con las
personas y nuestro ámbito natural sanas, respetuosas e interesadas en el
bien de toda persona; vivamos la armonía con nuestro propio interior pero también con el
entorno. Vivir la paz desde dentro es el mejor camino para llegar al final
con esa paz multiplicada.
CON
NUESTRO ENTORNO SOCIAL Y NATURAL:
- "No llenes tumbas de
flores, llena de amor los corazones",... dice el poema. Las
flores hay que darlas en vida, no esperemos a que esas personas a quienes
queremos ingresen en un hospital por enfermedad o accidente, no esperemos
a que queden postrados en cama... o mueran para decirles cuánto les
quisimos; hagámoslo cada día, valorémosles y demos muestras claras de que
nos importan todos los días.
- De igual modo que decimos:
"No te vayas a dormir después de una pelea sin reconciliarte con
tu pareja, con tus hijos,..." pongamos esto en práctica también
con "otros familiares, vecinos, amigos, compañeros de
trabajo,...". No acumulemos rencores ni toleremos un
sentimiento negativo más allá de lo inevitable.
- Si sufrimos la ausencia de un
ser querido, pensemos realmente en él, pensemos en cuál sería su mayor
felicidad si estuviera físicamente con nosotros (seguro que
lo que quiere es nuestra felicidad); pensemos también en quienes quedan a
nuestro lado y que están tan rotos como nosotros.
- Una madre me decía tras la muerte de uno de sus hijos: "Se me ha muerto un hijo, se me ha muerto un hijo..." y no salía de esa frase... con ella murió, nunca lo superó. Quienes estamos al lado de alguien que vive así su duelo necesitamos valorar que en una situación así hay un abismo asomándose y de alguna manera tendremos que ayudar especialmente a quien vive el duelo de esta manera que "es cierto, hay que asumir la muerte de ese hijo suyo y hermano nuestro... pero quedamos nosotros y tendremos que desarrollar una especial atención, acompañamiento afectivo y efectivo de manera que esta madre pueda ver que todos seguimos siendo todos uno y nadie se perdió sino que sigue habiendo vida en el cambio del mapa familiar.
- Busquemos constantemente la
adhesión total a Jesucristo que nos llevará a hacer nuestro
su mensaje y hacer vida su misma vida pero con nuestro nombre propio, por
el que somos llamados y amados por Él (Él nos ama tal como somos y por encima de toda nuestra realidad). Poniendo nuestros ojos en Él iremos
descubriendo, aún en el dolor y abatimiento, siempre nuestro espíritu en
Dios y en Él podrá descansar. En el día de la prueba experimentaremos el
dolor, viviremos el duelo como seres humanos que somos... pero desde una
disposición que podrá trascender el momento que estemos viviendo (es muy
distinto estar encerrados en una habitación sabiendo que hay salida tras
la puerta... a estar encerrados en otra donde no hay salida alguna).
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
- El duelo por la muerte de un ser querido.
- El morir, como hecho social.
- La muerte en otras culturas.
- El cristianismo ante la muerte.
DOCUMENTOS PARA LA REFLEXIÓN:
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