jueves, 20 de diciembre de 2012

Etapas del duelo


La Doctora Elisabeth Kübler-Ross distingue cinco etapas esenciales en el proceso de duelo. Nosotros apuntamos una previa: la del shok inicial, breve pero muy significativa, que hemos denominado de "incredulidad". Las otras cinco podrían asimilarse a las que ella describe en su libro "On death and dying".  Nosotros establecemos también unas etapas pero les hemos añadido a cada una algunas orientaciones que puedan servir de relación de ayuda (la finalidad de este artículo, y de todos los anteriores también, es la de servir de ayuda práctica, no sólo informar).
1.- Etapa de "incredulidad".
En cuanto somos informados de una enfermedad o lesión grave y de la posible muerte a causa de esa enfermedad o lesión entramos en este proceso de duelo (a ese punto o momento exacto en que recibimos esa noticia se le llama "shock" y se caracteriza por una actitud interior de negación donde no hay dolor; la sorpresa y el impacto de lo que nos dicen nos lleva a una situación de confusión, no acabamos de entender enseguida lo que nos están diciendo; cuanto más imprevista e inesperada sea la noticia mayor será la confusión).
Dice la Psicología que "la persona no está preparada para elaborar la pérdida de manera inmediata", necesita un tiempo de adaptación, necesita vivir su proceso que puede durar horas, días,... hasta entrar en el proceso de duelo ya plenamente; este duelo puede ser "normal" o puede convertirse en una negación constante, brutal, del hecho convirtiéndolo en un duelo "patológico". Cuando logramos salir de esta etapa de shock es cuando conectamos de lleno con el dolor de la pérdida.
Al enfermo le invade la conciencia de que va a morir o corre riesgo de morir; a su familia se le genera la conciencia de posible pérdida de ese ser querido. Esto es rápido decirlo pero supone un proceso a veces muy largo; muchas veces nos desborda, nos puede, aún incluso tratando de aceptar por todos los medios la nueva situación.
  • No necesitamos en esta fase de shock tratar de hacer entender a quien lo sufre lo que le estamos diciendo, basta con darle tiempo para que tome conciencia por sí mismo.
  • Acompañemos con cordialidad, respetando los silencios y no dándole más información que aquélla que la persona nos solicite y mientras tanto permitirle que sienta y exprese sus sentimientos como quiera hacerlo.
2.- Etapa de "regresión".
En ella la persona actúa como si fuera un niño: llora, grita, patalea,... en una demostración aparentemente irracional y desmedida de dolor. Cuando esto se da es imposible razonar con la persona que sufre este trance porque está desbordada por el dolor y no puede estar en disposición de escuchar otras voces más allá de su interior que grita salvajemente, con toda la fuerza de su rebeldía ante algo que le desgarra. Cuando se ha vivido esta etapa y dejan de producirse estas reacciones podemos decir que el enfermo y/o sus familiares se puede decir que la han superado.
  • Es absurdo tratar de reprimir de alguna manera esas expresiones de rebeldía interior; más bien debemos dar muestras de entenderlas, aceptarlas y ayudar a la persona que sufre este proceso a aceptarse a sí misma en esas expresiones.
  • Evitemos "frases hechas" tales como: "Tranquilo/a,... estas cosas pasan,... ten paciencia,...no te preocupes, no sufras,..."; sólo llevarán a que la persona sienta que no es aceptada tal y como siente y crecerá su sentimiento de soledad.
3.- Etapa de "rabia".
La persona ya ha llorado, ha pataleado, se ha conectado con el dolor de la pérdida y llega  a la "etapa de la  rabia". Ahora suele suceder que la persona se enoja con aquellas personas que considera de algún modo responsables de la pérdida. Ese enojo es en realidad con todos pero siempre es con alguien en concreto  con quien más descarga.
Es también habitual enfadarse con Dios y cuestionarlo, y si no es con él... con el destino, o con la vida,... incluso a veces se da que los familiares se enojan con el enfermo que va a morir e interpretan esa muerte como que éste les abandona.
Esta rabia tiene como función anclarnos a la realidad, sacarnos de la situación catastrófica de la "regresión" y llevarnos a la siguiente etapa: la de la "tristeza".
  • Vistas así las cosas, cuando observamos estas reacciones de rechazo hacia nosotros mismos, incluso contra quienes también hicieron todo lo posible por ayudar,... entendamos que está pasando por este trecho del camino, no hay en el fondo nada personal contra nadie.
  • Nos suele descolocar mucho también el que se rebele contra Dios "alguien que siempre fue tan creyente o religioso"; nuestra respuesta ha de ser la misma: aceptación y comprensión de la situación, es absurdo ponernos a tratar de discutir o elucubrar al respecto pero es conveniente darle a entender claramente que "ni Dios se lleva a nadie ni abandona a nadie ni castiga a nadie... con esa pérdida que tanto nos duele" (a menudo se recurre a expresiones tales como: "¿Por qué Dios me hace esto?, ¿por qué se lo lleva?, ¿qué he hecho yo para recibir este castigo?,..." y en realidad sólo responden a concepciones erróneas de Dios). Nuestra mejor respuesta, pues, sería decir: "Yo no creo que Dios quiera el daño o el dolor de nadie pero tampoco acierto ahora mismo a comprender el sentido de esta situación; sólo entiendo que tiene que ser muy duro para ti pasar por esto".
  • Podemos ayudar también proponiendo realizar actividades que le permitan descargar esa rabia: poner por escrito todo el torrente de sentimientos que fluyen en su interior, realizar caminatas, emprender alguna actividad novedosa que lleve consigo el ejercicio físico y mental  pero diferente a los sentimientos de duelo.
4.- Etapa de "culpa".
En todo proceso de elaboración del duelo aparece el sentimiento de culpa. La persona sabe lo que se le viene encima e intenta defenderse de la sensación de impotencia que viene a continuación.
Culparse es una manera de creer que de algún modo lo sucedido se podría haber evitado y se buscan datos, ejemplos de cosas que se podrían haber hecho y no se hicieron pero sin analizar realmente si las cosas pudieran haber ido incluso a peor de haber actuado de otra manera.
Esta etapa no dura demasiado; tarde o temprano la persona reconoce que no podía hacer nada por cambiar lo sucedido; es entonces cuando se pasa a la etapa más dura de todas: la "desolación".
  • Si queremos ayudar a la persona en esta etapa y ayudarle a salir de ella habiéndola superado adecuadamente, de manera que este sentimiento de culpa no arraigue en ella de manera injusta, realicemos con ella un análisis de las razones que ella plantee para culpabilizarse a si misma; no con la intención de convencerle y hacerle cambiar radicalmente de opinión sino sencillamente para ofrecerle otras perspectivas que valorará quizás más adelante.
  • Confrontar, cuestionar las incoherencias o suposiciones infundadas, reformular las expresiones que transmite la persona en proceso de duelo,... ayudará a objetivar la situación.
5.- Etapa de "desolación".
Es de una gran tristeza. Aquí es donde aparece la impotencia, somos conscientes de que ya nada podemos hacer, creamos lo que creamos o hagamos lo que hagamos. En este instante sabemos que la pérdida es inevitable. Aunque es muy dura esta etapa sin embargo es relativamente breve: da paso muy pronto a la "etapa de aceptación".
  • La persona necesita desahogarse; nuestro acompañamiento debe ser patente, quizás muchísimas veces en silencio... pero hay que ESTAR ahí, mostrando comprensión del dolor, acogida del mundo emotivo, interesándonos por ella con sencillez, brindándonos para hacer algo por ella que necesite.
6.- Etapa de "aceptación".
En esta etapa tanto la persona enferma como la  familia aceptan la cercanía de la muerte, pueden hablar de ella y resolver aquellos asuntos que puedan quedar pendientes entre ellos. Es la etapa que nos prepara definitivamente al último paso: cuando esa muerte de la que hemos hablado ya con naturalidad se produce y aunque también esto nos da una nueva sacudida... podemos decir que si hemos seguido un proceso de duelo sano podremos aceptar la muerte de una manera menos traumática.
  • Es el momento, en esta etapa, de animar a los familiares y a la persona enferma a hablar del acontecimiento de la muerte, animarles a disfrutar del recuerdo de los instantes compartidos de sus vidas. Habrá momentos de tristeza, como es obvio, pero la paz que reina también entre ellos ayudará a vivir esa tristeza de manera más liviana.
Últimas consideraciones:
Estas etapas aparecen a veces cambiadas de orden y también entremezcladas: podemos responder con características de unas y de otras al mismo tiempo; puede haber regresiones a etapas ya vividas cuando quizás pareciera que ya las habíamos superado, etc... es de facto la cosa algo más compleja de como aquí la hemos reflejado.
También es obvio que no todo el mundo responde igual ante los mismos estímulos ni tampoco vivimos cada etapa todos con la  misma intensidad. Cada persona somos un universo completo.
Lo importante, siempre y en todo caso, en este proceso es que sepamos ACOMPAÑAR. Nuestro primer impulso, cuando alguien nos importa, es tratar de evitarle el dolor, ayudarle para que lo supere cuanto antes,... pero no pocas veces con tanto afán en ello faltamos al respeto a la persona que sufre, tratamos de dirigirle, hacerle ver las cosas como las vemos nosotros... y no comprendemos que para poderle ayudar hay que empezar por acogerle en todos los sentidos, a toda su persona y sus expresiones y sentimientos, tal como es: aceptación incondicional.
A partir de ahí ella misma, en la constante interacción, nos irá dando pistas de cómo seguir ayudando.

PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
Reunidos en pareja, dialoguemos sobre las siguientes cuestiones:
  1. ¿Nos hallamos ahora mismo en alguna de estas etapas?; ¿nos sentimos avanzando, estancados o en retroceso?. ¿Cómo podríamos autoayudarnos a superar esta situación?, ¿qué ayudas externas nos vendrían bien?.
  2. ¿Nos sirven las propuestas o sugerencias que hemos hallado en este artículo en relación con las respectivas etapas del duelo?. ¿Qué otras ideas añadiríamos, qué otras cambiaríamos o desestimaríamos porque vemos que no nos sirven?.
  3. ¿Es importante saber distinguir una etapa de otra?, ¿qué hemos de hacer para poder ayudar adecuadamente a quien pase por el proceso de elaboración del duelo?.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

2 comentarios:

  1. Gracias, muchas gracias.
    Conocía el libro de Kubler-Ross, de hecho lo he leído o mejor dicho lo he ojeado bastante (no lo concluí de principio a final) y observo aquí que hacen una síntesis muy acertada y le añaden insistencia en algo que valoro enormemente: la comprensión de quien sufre la pérdida (yo lo he vivido así hasta ahora, como una pérdida y me he sentido muchas veces como "perdida"). Es verdad tambien que voy comprendiendo que "no es fácil acompañar" en una situación así; al principio me rebelaba y trataba de falsos a quienes trataban de consolarme, no decía nada,... pero por dentro deseaba que "acabaran ya de una vez sus condolencias"... pero reconozco ahora que lo hicieron como mejor supieron.
    Este escrito y la forma de plantear estas cosas me aporta mucha tranquilidad y paz... aunque siga notando ese vacío que, efectivamente, es imposible de llenar con otras personas y menos aún con las cosas.
    GRACIAS.

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  2. Gracias a usted por su aportación y por hablar desde su experiencia. Reciba nuestro saludo afectuoso y que estos días en que siempre recordamos más que nunca a quienes compartieron su vida con nosotros siga usted hallando la paz del corazón en Aquél que se hizo niño, se hizo débil para ACOMPAÑARNOS en nuestro proceso de ser cada vez mejores personas: Jesús de Nazaret, Dios-con-nosotros.

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