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viernes, 1 de abril de 2022

Busquemos puntos de encuentro

 


La paz comienza con la decisión de no tener enemigos”. Así reza el titular de un periódico reproduciendo una de las frases que el Papa Francisco ha pronunciado en su viaje a Iraq.

Tendencia a encasillar.

Que sería como el deseo de poner entre rejas a todo aquél que piense distinto a mí, unas rejas que no necesitan ser de hierro o acero ni clavadas entre paredes de cemento armado, porque esas prisiones mentales son aún más crueles que las físicas ya que… esos trullos mentales pueden durar toda una vida.

En algunos grupos de las redes sociales se defiende la idea, por ejemplo, de que “eres rojo, izquierdista, progresista,… si estás a favor de los Derechos Humanos, apoyas y defiendes la igualdad de la mujer respecto al varón, respetas y cuidas el Medio Ambiente, la autodeterminación de los pueblos, la libre circulación de capitales pero también de las personas, estás a favor del aborto (bajo el eufemismo de la “interrupción voluntaria del embarazo”), la eutanasia, etc…” pero si se te ocurre decir que “no estás de acuerdo con el aborto, pides respeto a la Iglesia, no estás de acuerdo con la eutanasia debido a cuestiones que solapadamente sólo le hacen el juego al economicismo y no tienen nada de filantrópico,…” aunque defiendas todo lo demás exactamente igual que aquéllos a quienes se tilda de “rojo”… entonces eres un “fascista”, un “meapilas”, un … Menos guapo… acaban diciéndote de todo.

Lo mismo sucede en otros grupos con tendencias opuestas: el chiché se repite exactamente igual pero a la inversa. Se entiende por “facha” o “franquista”: “si defiendes la unidad del país, el respeto a la bandera nacional, al idioma que nos ayuda a entendernos todos seamos de la comunidad autónoma que seamos y tengamos la lengua materna que tengamos, el matrimonio heterosexual; la familia “tradicional”, la libertad de elección de centro docente para tus hijos; los toros; el respeto a la Iglesia Cristiana Católica,…” Pero si estando de acuerdo y defendiendo muchas de estas cosas se te ocurre decir: “no a la tortura de los toros ni de otros animales; no soy homosexual pero los homosexuales, lesbianas,… son tan hijos de Dios como nosotros; la Iglesia debe estar al lado de los pobres y ser profética, voz de los sin-voz, denunciadora de las injusticias, priorizando el culto a Dios que vive en las personas sobre el que se da dentro de los templos –sin excluir ninguno,…” entonces es que “eres un rojo”.

¿Es que sólo hay dos gamas en este país?, ¿es que no puede haber otras vías?, ¿no puede haber más caminos?, ¿no hay posibilidad de que dejen de encasillarte, encarcelarte en sus raquíticos esquemas unos u otros?. ¿Es que, a fin de cuentas, has de estar al 100% de acuerdo con todo, hasta con los insultos, burlas y desprecios “a los otros” para que te respeten y acepten dentro de los suyos?.

En lugar de encarcelar, libera.

La primera persona a la que hemos de darle la libertad es a uno mismo. Hay una definición que se empleaba para autoexplicar la propia identidad que rezaba: “Yo soy yo y mis circunstancias”. La primera parte habla de una realidad vital, cambiante, dinámica, con capacidad de evolucionar y cambiar constantemente porque somos seres vivos; la segunda… también, aunque sea más observable con mayor nitidez que la primera.

Pues bien, si tan dinámicos y cambiantes somos,… si tanta capacidad tenemos de evolucionar en cualquier dirección tanto en el pensamiento, carácter, sentimientos, forma de vivir o de entender la vida,… ¿por qué nos empeñamos en aferrarnos a unos esquemas que quizás fueron válidos en una etapa de nuestra vida pero ahora vemos que… ya no cuadran?. ¿Por qué nos negamos la libertad de reconocer que “aquello que nos parecía de cañón… ahora lo vemos casi del revés”?. ¿Por qué nos enfrentamos al otro como si fuese un enemigo cuando nos plantea cosas que nunca nos hemos atrevido a pensar como posibilidad siquiera?.

La segunda persona a la que hemos de liberar es al otro. Si entendiéramos que “el otro” es simplemente “otro yo”… demostraríamos más empatía. En lugar de tratar de imponerle nuestros juicios le escucharíamos, acogeríamos lo que trata de decirnos más allá de las formas en que lo hace. En lugar de aplicarle el calificativo de “rojo” o “facha” y así rechazar todo lo que nos diga debido a ese pre-juicio… ¿por qué no atendemos sus argumentos?, ¿es que sólo existe mi perspectiva?, ¿es que la suya no importa?. ¡Ah!, es que es un “facha”, es un “rojo” y por lo tanto… lo que me vaya a decir ya lo sé, todo su discurso va a tener ese color: o rojo o azul. Liberemos, liberemos a toda persona de esa cárcel en la cual le hemos metido

Y en tercer lugar… liberemos nuestras relaciones¿Qué buscamos en nuestra relación con el mundo?: ¿una manera de vivir de manera armónica?, ¿queremos vivir en fraternidad, con valores como el respeto, la tolerancia, la empatía, compromiso recíproco, corresponsabilidad?,… o ¿sólo nos interesa que acaben pensando y actuando los demás tal cual pensamos y actuamos nosotros y así ahorrarnos el trabajo de dialogar, buscar puntos de encuentro y desde ellos trabajar juntos, unidos bajo una causa común?. Si buscamos la armonía natural, la verdadera fraternidad el camino es el diálogo abierto, es practicar constantemente la empatía, la corresponsabilidad y los frutos serán obvios: respeto a las personas, todas, al medio natural,… y la clave será siempre la misma: el Bien Común.

Tenemos ejemplos.

Este del Papa Francisco en Iraq nos viene como anillo al dedo. En Iraq hay muchos cristianos todavía pero la mayoría es musulmana. El Papa no fue allá sólo por los cristianos, el Papa fue allá para practicar el ENCUENTRO y fortalecerlo. Su ejemplo es un signo palpable de que el camino para el entendimiento, para la fraternidad humana, para construir juntos,… es el abrirse al otro, es el no pre-juzgar, es liberarse uno, liberar al otro y liberar la relación. No es encasillar al otro ni mantenerlo en nuestra prisión mental sino el mantener constante la mano tendida llamando al otro amigo, hermano, y no enemigo ni contrario.

Las trincheras sólo consiguen una cosa: estancar a quien en ellas se meta. Para encontrarnos con el otro lo primero que hay que hacer es dejar atrás las armas de guerra, salir de las trincheras y caminar al punto de encuentro que no será ni en nuestras líneas ni en las suyas sino ése al que seamos capaces de llegar saliendo de nuestras seguridades, seguridades que no son garantía de poseer la verdad (más bien la verdad nos posee a todos).

La paz comienza con la decisión de no tener enemigos.


Santi Catalán

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