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miércoles, 4 de octubre de 2017

¿Es posible ser feliz en la adversidad?

Millones de personas son infelices aunque estén perfectamente sanas desde el punto de vista médico, mientras que muchas otras con muy mala salud se declaran “extremadamente felices”.
¿Qué diferencia a unos y otros?. ¿Para qué sirve la buena salud si no somos capaces de disfrutar de ella?.

¿Es posible irradiar alegría pese a las dificultades?.

El profesor Fausto Massimini, del departamento de Psicología de la Universidad de Milán, ha estudiado a centenares de personas parapléjicas. Se trata en general de jóvenes que han perdido la movilidad en sus extremidades inferiores en un accidente.
La conclusión de ese estudio es insólita: un alto porcentaje de estas víctimas consideran su accidente una de las experiencias más negativas pero al mismo tiempo más positivas de su vida.
Lucio tenía 21 años cuando un accidente de moto le dejó parapléjico. Hasta aquel momento trabajaba en una gasolinera, jugaba al rugby y se divertía escuchando música. Sin embargo, él recuerda aquel tiempo como una existencia sin metas y sin sentido.
Su accidente le sirvió para tomar conciencia del valor de la vida. Tan pronto como pudo, se matriculó en la universidad y aprendió nuevos idiomas, y actualmente trabaja como asesor fiscal. En su tiempo libre pesca y hace tiro con arco, disciplina en la que llegó a alzarse como campeón regional (a pesar de su silla de ruedas).
Así lo cuenta él:
“Para mí, haberme quedado parapléjico ha sido como volver a nacer. He tenido que reaprender todo desde cero y de una forma diferente. He tenido que aprender a vestirme, a usar mejor mi cabeza… He tenido que aprender a formar parte del mundo, a utilizarlo sin tratar de controlarlo. Todo ello requiere implicación, voluntad y paciencia. De cara al futuro, espero seguir mejorando, superando los límites de mi discapacidad. Cada uno debe encontrar el sentido de su vida. Ahora estos progresos son el objetivo de mi existencia”.

El profesor Massimini también estudió casos de personas ciegas de nacimiento y de otras que perdieron la vista a causa de alguna enfermedad o accidente.
Recogió numerosos testimonios de personas que consideran que el hecho de ser ciegas es algo positivo que ha enriquecido sus vidas.
Pilar, por ejemplo, es una mujer de 33 años invidente desde los 12. Cuando perdió la vista, su situación familiar, que era bastante conflictiva, mejoró. Ahora trabaja en un centro de atención telefónica. Explica que se siente “genial” al transferir rápidamente y sin problemas las decenas de llamadas que recibe, jugando con sus dedos sobre las teclas. “Ser ciega me ha hecho más madura que cualquier diploma. Por ejemplo, los problemas ya no me afectan tanto como antes, ni tanto como a mis colegas”declara.

Dino tiene 85 años y es ciego de nacimiento. Está casado y tiene dos hijos. Aún hoy continúa trabajando día a día como restaurador de sillas antiguas, y describe su trabajo como una complicada tarea que requiere toda su concentración, lo que le hace olvidarse de lo que le rodea. “Cuando termino, puedo sentir la resistencia de la silla entre mis manos y sé que va a durar otros 20 años”Con estas palabras explica la satisfacción que supone para él acabar cada uno de sus trabajos.

Paolo, por su parte, tiene 30 años. Ciego desde hace 6, participa en torneos de ajedrez, disfruta del deporte y toca la guitarra. Hace poco ganó un campeonato de ajedrez en España y quedó en séptima posición en una competición de natación para personas discapacitadas celebrado en Suecia. Además, planea escribir un manual en braille para aprender a tocar la guitarra clásica.

¿De qué sirve ganar el mundo si nos perdemos en nosotros mismos?.

Otro estudio del profesor Massimini se centró en las personas sin hogar. Muchas de ellas son personas desafortunadas, vencidas por diversas desgracias. Sin embargo, es sorprendente ver cómo muchos de ellos logran disfrutar de los aspectos positivos, por pequeños que sean, donde el resto sólo vemos unas horribles condiciones de vida.

Reyad es egipcio, tiene 33 años y actualmente duerme en los parques públicos de Milán, come en comedores sociales y a veces hace de lavaplatos en restaurantes. A pesar de ello, describe toda su existencia como una experiencia intensa que le ha hecho descubrir el sentido de la vida.
“Después de la guerra, decidí abandonar Egipto y tratar de llegar a Europa haciendo autostop. A partir de ahí, he vivido concentrado en mí mismo. No ha sido un simple viaje, sino una búsqueda de mi identidad. La gente de mi pueblo creía que me había vuelto loco cuando decidí partir hacia Europa. He tenido que luchar, he atravesado el Líbano en guerra, Siria, Turquía, Yugoslavia… He tenido que afrontar todo tipo de catástrofes naturales y dormir en la cuneta en medio de la tormenta. He tenido accidentes y he visto a amigos morir cerca de mí, pero la aventura continúa después de 20 años y lo hará toda mi vida. Los coches, las televisiones o la ropa son secundarios. ¿De qué sirve que conquistemos el mundo entero si nos perdemos en nosotros mismos?. Yo he tratado primero de conquistarme a mí; poco importa si pierdo el resto del mundo”.

Jacques Voyer es médico y sufre parálisis en ambas piernas a causa de una mala zambullida cuando tenía 21 años. Especialista en psiquiatría, trabaja en el hospital Royal Victoria de Montreal, donde acompaña a enfermos en fase terminal. Aquí tiene un extracto de su entrevista:
“Yo no elegí pasarme la vida en una silla de ruedas, pero… aunque vayamos en silla de ruedas, tenemos la misma disposición a la felicidad. No lo digo demasiadas veces, pero en realidad yo soy muy feliz. La alegría se saborea”.

Ciertas personas experimentan episodios de felicidad intensa aunque cuenten con unas pésimas condiciones de vida. Como Alexandre Soljenitsyne. Enviado por el régimen comunista a un gulag -un campo de trabajos forzados de la antigua Unión Soviética-, nos cuenta:
“A veces, en medio de una columna de prisioneros abatidos, entre los gritos de los guardianes armados, me sentía invadido por una ola de poesía e imágenes... En esos momentos me sentía libre y feliz… Algunos compañeros trataron de escapar atravesando la alambrada. Para mí no había alambradas. En el recuento, el número de prisioneros seguía siendo el mismo, pero yo no estaba allí”.

No todos respondemos de la misma forma ante los mismos desafíos o desgracias. Todo depende de nuestra capacidad para transformar un acontecimiento trágico en una experiencia positiva.

Sacar un aprendizaje positivo de la tragedia.

Srivivasa Ramanuya, un joven indio excepcional como matemático cuya vida ha sido llevada al cine recientemente (El hombre que conocía el infinito), invirtió tal cantidad de energía en la teoría de los números que ni la pobreza, la enfermedad o el dolor lograron distraerlo de sus cálculos; las malas condiciones parecían estimular todavía más su creatividad.
Incluso en su lecho de muerte seguía maravillándose de la belleza de las ecuaciones que había descubierto. Su serenidad y lucidez eran el reflejo de la paz que le proporcionó a lo largo de su vida aquello que le hacía feliz. Es como si nadase en un océano de felicidad.


PARA AMPLIAR:

PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
  • ¿Qué nos han enseñado los ejemplos que el profesor Fausto Massimini expone en este artículo?.
  • ¿Qué otros ejemplos podríamos nombrar nosotros: en nuestra propia familia, entre nuestros amigos, conocidos,... que demuestran ser capaces de ser felices a pesar de las adversidades?.
  • Si tuviéramos que construir un "decálogo" con los mejores consejos para "ser felices en la adversidad" basándonos en lo que nos muestran los enlaces "para ampliar" ¿cuáles destacaríamos?.
  • ¿Estamos por una situación difícil, del tipo que fuere?. ¿Qué estamos haciendo para superarla?, ¿qué podríamos hacer?.

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