Sin
embargo, la gran subida de precios de los productos de alimentación no es una
excusa para alimentarse mal. Primero, porque si vamos hacia una catástrofe
financiera, una buena salud será el bien del que usted tendrá mayor necesidad.
Segundo, porque sea cual sea la evolución de los precios, es falso creer que la
mala comida es más económica que una alimentación sana. El problema es que
comer bien, como escribir bien, cantar bien o hablar bien, es algo que se
aprende. Y en esto, como en otros campos, se ha producido una ruptura en los
últimos treinta años.
Dedicarle
tiempo.
La
experiencia demuestra que resulta más caro comprar un poco de todo para
improvisar una comida, que prever las comidas y después comprar lo necesario
para cocinar. Pensando de antemano menús equilibrados comerá justo lo que
necesita. Tenga en cuenta al diseñar sus menús que una comida bien estudiada
está compuesta de platos variados.
Comer
mejor pero un poco menos.
Diversos
estudios realizados con animales demuestran que comer menos aumenta la
esperanza de vida y disminuye la incidencia de las enfermedades, siempre y
cuando tenga su dosis adecuada de vitaminas y nutrientes esenciales.
El
doctor Richard Weindruch, del Centro Nacional de Investigación sobre los
primates de Wisconsin, publicó en 2009 los resultados de un interesante estudio
sobre este tema. En 1989 cogió dos grupos de quince macacos: al primero le
dio una ración de comida un 30% menos que la considerada normal. Al segundo les
dio de comer tanto como quisieron. En 1996, incorporó 46 nuevos macacos entre
los dos grupos. En los siguientes el doctor Weindruch contabilizó los
fallecimientos. Sólo un 13% de los macacos que recibieron poca comida
(restricción calórica) murieron por enfermedades relacionadas con el
envejecimiento, frente al 37% de sus congéneres que se alimentaron a su
voluntad. Es probable que el efecto sea el mismo en los humanos. Comer un poco
menos de lo normal le hará ganar años de vida y de buena salud, además de hacerle
ahorrar.
Es
lamentable la cantidad de alimentos que se tiran a la basura, sin otra razón
que la despreocupación, la pereza y la desorganización. Se estima que cerca del
50% de la producción alimentaria mundial se deshecha, según un informe de la
FAO, el organismo de la ONU dedicado a la agricultura y la alimentación.
¿Quiere
esto decir que los restos de su pierna de cordero del domingo al mediodía
pueden servirle de cena el viernes siguiente?. Seguramente lo que le diré a
continuación le chocará: el hecho de que un alimento se ponga duro, cambie de
color, se ponga pegajoso o incluso huela mal, no tiene apenas repercusión en
cuanto a peligros para su salud.
Quizás
el sabor no le guste, pero eso no quiere decir que enfermará por tomarlo. Y
esto se explica porque hay una gran diferencia entre las bacterias que degradan
los alimentos y aquéllas que son patógenas, es decir, que pueden generar
enfermedades.
Las
bacterias que estropean los alimentos forman una película pegajosa sobre la
carne, ablandan las verduras y dan un olor muy malo a la carne. Pero las
bacterias patógenas son inodoras, incoloras e invisibles. En la medida en que
no puede fiarse ni de su vista ni de su olfato, utilice la "regla de los
4": no más de cuatro días a cuatro grados. A esta temperatura usted puede
conservar durante tres días enteros pollo crudo o carne picada. Los restos de
alimentos cocinados pueden conservarse cuatro días.
Redescubrir
la sopa.
No
estoy hablando de comprar brics de sopa en el supermercado ni tampoco de las
sopas “bio”. En esos casos no ahorrará y tampoco sabrá a ciencia cierta los
ingredientes que contienen. Cada vez que no sepa qué hacer para comer acuérdese
de que prácticamente todos los alimentos pueden servir de base para hacer una
sopa. Basta con poner a hervir en una cacerola con mucha agua una cebolla, una
cabeza de ajo, una zanahoria, unas hierbas, sal y pimienta.
Si sólo
tiene una verdura (algunas zanahorias arrugadas y una coliflor), es suficiente
para un buen potaje y será bueno para su salud. No abra una bolsa de papas
fritas. No pida una pizza. Si tiene un mendrugo de pan, córtelo en pequeños
trozos y póngalo en aceite de oliva con ajo y sal en una sartén para añadir
unos picatostes a la sopa. Y si quedó demasiado aguada, con un puñado de arroz
espesará.
Coma
coles.
Hasta
el descubrimiento de América, nuestros antepasados no tenían ni judías, ni maíz
ni tomates. Y la patata sólo llegó a Europa a finales del siglo XVIII. La col,
en sus distintas variantes, era el principal ingrediente de su alimentación.
Hoy
parece que las coles están pasadas de moda; pocos jóvenes las consumen, y es
una pena. Existe una gran variedad de coles y una cantidad prodigiosa de
recetas para prepararlas: desde el repollo o la lombarda rehogados, pasando por
las coles de Bruselas cocinadas en cualquiera de sus recetas, los guisos que
incluyen coles con algún pescado y pimentón, potajes, la col cocida sofrita con
jamón… las posibilidades que ofrecen los alimentos de la familia de las coles
en la cocina son casi infinitas. No se olvide de las coles de Bruselas, la col
china, el brócoli y todos los tipos de col blanca, verde, roja, rizada, etc.
Las
coles son baratas durante todo el año. Tienen cualidades desintoxicantes (se
adhieren a los metales pesados para evacuarlos del cuerpo). Poseen muchísimos
nutrientes: vitamina A, C y E, antioxidantes que frenan el envejecimiento
celular, fibras, potasio y azufre. Recientes estudios han demostrado que las
coles tienen propiedades anticancerígenas gracias al azufre y a sus
antioxidantes. El brócoli frena el cáncer de próstata.
Coma
legumbres.
Al
igual que la col, no pierda de vista las lentejas, las judías, las habas y los
garbanzos. Las legumbres no son caras y constituyen la base de deliciosos
potajes y purés, que se pueden comer calientes o fríos, y también en ensalada.
Existe tanta variedad que se pueden comer una vez al día durante toda la semana
sin cansarse y pueden ser el plato principal, sin necesidad de un segundo.
Tome
carne roja (si es que la come) y grandes piezas de carne sólo en contadas
ocasiones.
Pero a
diario, las verduras serán una excelente base de sus comidas, alimentándose así
de forma vegetariana sin habérselo planteado. Si la carne es indispensable para
usted, puede añadir algunos trozos de carne a sus guisos. Las salchichas
también son una buena opción como segundo plato. Para variar el sabor, piense
en las especias y en las hierbas aromáticas, empezando por las más simples y
corrientes: ajo, perejil, nuez moscada, laurel, comino…
Escoja
los pescados.
El
pescado es muy sano y sería una pena privarse de él. Sin embargo, nada le
obliga a tener que comprar rape, merluza o lenguado, que se han vuelto
prohibitivos. Los pescados grasos de mares fríos (como el salmón, la caballa o
los arenques) son mucho más económicos y, desde un punto de vista nutricional,
son los mejores gracias a su gran cantidad de omega 3.
Los
huevos.
Y por
fin llegamos al alimento perfecto para los que tienen poco presupuesto: el
huevo.
En los
años 90 fue víctima de un horrible error científico, cuando los investigadores
acusaron injustamente a la yema (¡lo mejor!) de hacer aumentar el colesterol.
Su reputación ha sido “limpiada” en los últimos años gracias sobre todo a una
investigación de la Universidad de Yale.
Hoy
sabemos que dos huevos al día no tienen ningún efecto negativo sobre el
colesterol para personas que estén sanas. Por supuesto, si usted sigue un
régimen prescrito por un médico, no cambie ninguno de sus hábitos sin habérselo
consultado previamente.
Pero,
si no es el caso, no tiene ninguna razón para privarse de esta deliciosa fuente
de proteínas de gran calidad, nutritiva, de fácil digestión y muy económica.
Incluso los de mejor calidad, biológicos y enriquecidos con omega 3, sólo le
costarán unos 25 céntimos la unidad.
- R.J. Colman et al., Science, 325, 201, 2009.
- Katz DL, Evans MA, Nawaz H, Nickelll VY, Chan W, Comeford BP, Hoxley ML, Egg consumption and endothelial function: a randomized controlled crossover trial, International Journal of Cardiology, Vol. 99. No 1, 10 Mars 2005, 65-70.
- Alimentación económica.
- ¿Es posible comer bien en tiempos de crisis?.
- Alimentación económica y sana.
- Dieta saludable con salario mínimo.
- Dieta más sana y barata.
- Soy pobre y compro ecológico.
- 12 trucos para comer sano sin encarecer la cesta de la
compra.
- Ser consumidor responsable sin arruinarse en el intento.
PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
- ¿Qué pensamos al
respecto de las ideas que este artículo propone?.
- ¿Qué ideas positivas y factibles nos han aportado tanto el artículo como los enlaces para ampliar, contrastar o profundizar?.
- Una de las claves para economizar sin renunciar al cuidado de la salud es "organizar nuestras compras de acuerdo con aquello que vamos a necesitar para nuestra alimentación". ¿Cómo organizar un menú semanal o quincenal o mensual de manera que podamos planificar adecuadamente nuestras compras en alimentación?.
- ¿Cómo implicar a los hijos en esta dinámica de comer sano y al mismo tiempo económico, administrando adecuadamente los recursos?.
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