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miércoles, 27 de abril de 2011

Imagen y semejanza de su entorno

De: María Candelaria Guadalupe Rodríguez, profesora del CEIP "Los Dragos" (Santa Cruz de Tenerife). Ejerce muy eficientemente su labor docente desde hace ya años en edades correspondientes al Primer Ciclo de E. Primaria.

Esta descripción nos puede acercar a una profunda reflexión sobre los niños-as con necesidades educativas específicas de disfunción social.
Viene a ser una reseña de tres grandes autores Enrique Martínez Reguera, Jesús Valverde y Amando Vega.
Cada vez más, la escuela se ve acrecentada por alumnos-as llamados "disruptivos". La multiplicidad de situaciones violentas en que se ve atenazada la vida de un gran sector de niños-as es muy compleja, y aún lo es más intervenir en ellas.

Nos acercaremos a estos alumnos-as intentando dar a conocer “como se desenvuelven en su vida” pero no desde un punto meramente teórico sino desde la aproximación real que el maestro vive día a día en las escuelas.
Desde muy pequeños, desde los tres añitos notamos que en algo se diferencian, les cuesta mucho ubicarse en un espacio común con los demás niños, son muy movidos, pequeñitos e inquietos. Esta característica lo suele llevar a lo largo de su vida, incluso de adultos. Crecen poco, tarde y de golpe como si se negaran a crecer pues sus experiencias de asumir ciertas “responsabilidades” para lo que no tienen recursos les hace alargar la infancia y no querer ingresar en un mundo tan hostil.
Suelen ser niños-as enfermizos (dientes en mal estado, problemas estomacales, de bronquios, neumonías frecuentes…) y tienen una gran capacidad para tragar dolor y digerirlo en silencio. Esto está directamente relacionado con su hábitat pues ésta condiciona sus relaciones, sus percepciones sociales e incluso el desarrollo de su personalidad. Viven en pisos o casa pequeñas en barrios o periferia de la ciudad, hacinados varios miembros de una familia lo que supone lo dicho anteriormente sobre sus salud. Una situación económica precaria o nula (con presiones consumistas que se viven con frustración) y un bajo nivel cultural y educativo “no se puede enseñar aquello que no se sabe y no se puede transmitir aquello que no se posee”.
Suelen vivir una extremada soledad que apenas se interrumpe por su hiperactividad que les permite seguir sintiéndose “vivos“ in situ. Que se les llame la atención, que se les reprenda pero ¡eh, aquí estoy yo!. Esto antes de pasar desapercibidos.
Tienen una clara disposición al desorden. Este viene dado desde su aprendizaje en familia, familias con unas variables sociales totalmente desiguales a los grupos normalizados. La sociedad les exige que florezca el orden, las instituciones también, la escuela lucha por ello, pero no nos damos cuenta de que la vida de estos niños siempre ha sido un desorden.
Cuando un niño sigue un proceso de maduración normal y se vivencia a sí mismo como integrado, tiende a valorarse positivamente. Pero si es al contrario, el propio ambiente le identifica como indeseable entonces corre el riesgo de percibirse a sí mismo como culpable o incapaz. Esta vivencia se retroalimenta constantemente llevando a los alumnos-as a altas cotas de agresividad y destrucción. Contra la disrupción debemos lograr su reparación interior no el aislamiento o reformatorio.
Paradójicamente los niños inadaptados son superdotados en adaptación. Se adaptan a cualquier eventualidad, dificultad o riesgo (a quienes nos cuesta cambiar el contexto es a nosotros). Nuestra vida tiene un proyecto, una continuidad, una historia, responde a unas pautas fijas a unas normas, a una moral. Estos alumnos viven el presente, no tienen historia, ni pasado… muchos de ellos que llegan a los centros penitenciarios no quieren salir después de ellos, están tan adaptados que no quieren enfrentarse a la vida.
Su lenguaje suele ser muy simple, disponen de un léxico muy elemental e incorrecto que da cuenta de la pobreza cultural de su medio y de su propia desvaloración.
Infinidad de veces estos niños-as mienten y quien miente se escapa al control de la verdad, no la comparte pero la diferencias de sus mentiras es que éstas les puede servir como eficaz resorte de manipulación. Son mentiras instrumentales, las dicen para controlar sus circunstancias, su peculiar modo de relacionarse con una realidad que les resulta complicada y abusiva.
Viven a la defensiva para hacer frente a su situación, a lo adversivo que tienen instalado en sus vidas. Nunca tienen la culpa, los culpables son los “otros”.
Cuando no se puede o no se sabe atender al niño, se le está haciendo mamar desconfianza. Se mama caos y abusos como se mama organización y respeto. La identidad no se nace se hace. La familia es el primer ámbito imitativo. Las familias disruptivas no suelen ofrecer un modelo seductor para ser imitado e identificarse con él, padres alcohólicos, drogadictos, madres maltratadas, vejadas, violadas, en definitiva supervivientes, por eso muchos niños-as fantasean con su realidad.
Curiosamente los padres excesivos en sus comportamientos con sus hijos, madres que suplantan el instinto de sus pequeños, que deciden por ellos, que los agobian y no los dejan crecer sobreprotegiéndolos resulta igualmente una conducta peligrosa, de despersonalización y des-identificación. Quien me suplanta sustituye mis necesidades por las suyas y por eso me origina una reacción defensiva y de rechazo.
Estos niños-as tienen poco padre y mucha madre, los padres suelen estar ausentes, las madres son leonas, consentidoras de todo, manipuladoras y abusivas. Los niños siempre están resolviendo problemas de adultos. Las maestras solemos tener mucho más problemas con ellos que los maestros por nuestra condición de féminas y lo que representamos inconscientemente para los alumnos.
Actualmente, tenemos otro modelo de niños “emperadores” acostumbrados a salirse con las suyas, pues proceden de familias desestructuradas y conflictivas que utilizando de malas formas a los pequeños les enseñan a ser arrogantes e irrespetuoso con los demás. El padre tira de un lado, la madre de otro, los abuelos los secundan y el niño-a se engrandece pues todo se hace “por el bien del niño”. No existe el respeto ni los valores, se le funde en promesas y tratos erróneos, se les maleduca y se les consiente todo, hasta se les justifica su impulsividad. Como señala Iñaki Gabilondo "estamos conduciéndolos a un analfabetismo social".
No tiene sentido que nos planteemos de donde ha de partir el niño en su relación con la escuela, es el niño y su realidad vital quienes nos dicen de donde parte.

Bibliografía:
1.- "Cachorros de nadie" de Enrique Martínez Reguera.
2.- "El proceso de inadaptación social" de Jesús Valverde.
3.- "Pedagogía de inadaptados sociales" de Amando Vega.

(Artículo compuesto y presentado por María Candelaria Guadalupe Rodríguez).

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