(Por Santiago Martín, en http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=26784 )
"Le dijo su madre:
‘Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados’. Él les contestó: ‘¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?’. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad". (Lc 2, 46-51).
El relato de la pérdida de Jesús en el Templo nos sitúa ante un conflicto
generacional en el seno de la Sagrada Familia, un problema siempre existente en
cualquiera de nuestras familias. Pero, sobre todo, nos sitúa ante la solución.
Tras la presentación del problema -el niño Jesús se separa de sus padres sin
avisarles y éstos se llevan un susto enorme-, el Evangelio nos dice qué hay que
hacer. Primero: el diálogo sereno; la Virgen no se nos muestra airada, sino
tranquila y dialogante; antes de juzgar quiere oír una explicación del por qué
de un comportamiento tan extraño en una criatura siempre dócil como era Jesús.
Éste les da una respuesta que no les convence del todo. La conclusión es que se
restablece la armonía y el niño vuelve a unirse a sus padres “siguiendo bajo su
autoridad”.