domingo, 10 de septiembre de 2017

Pongamos a punto la flora intestinal

Cuando llegan las fechas de vacaciones o fiestas... solemos relajarnos y abandonar el cuidado de la alimentación. El simple hecho de salir de casa supone a menudo un cambio de régimen alimenticio, pues se relajan los horarios y los hábitos en las comidas.
El chiringuito pasa factura, al igual que los helados y las copas al anochecer. ¿Y cómo no caer en la tentación de las especialidades locales en los restaurantes, pidiendo un primero, un segundo y un postre, servidos seguramente en cantidades excesivas?.
Los excesos echan por tierra todos los esfuerzos que habíamos emprendido para mejorar nuestra alimentación, y con ello nuestra salud.
Sin embargo, no es sólo durante las vacaciones cuando se engorda ya que en ellas también estamos bastante activos -por lo general-. Es al volver de las vacaciones cuando se tiene el mayor riesgo de engordar, pues nuestro nivel de actividad se reduce, pero seguimos acostumbrados a comer más de lo normal, como durante las vacaciones.
No obstante, volver a casa permite también regresar a los buenos hábitos alimenticios si ponemos de nuestra parte. Volvemos a nuestra tienda de alimentación, cuyas secciones nos conocemos de memoria; a nuestros puestos habituales en el mercado y a nuestros tenderos de confianza.

Vacaciones que debilitan el organismo.

Es necesario calmarse después de esa anarquía alimentaria.
El exceso de alimentación, así como tomar comida insana, produce desequilibrios en nuestro cuerpo. La flora intestinal es la que más sufre.
Hay que recordar que la flora intestinal es un conjunto de miles de millones de bacterias que colonizan el tubo digestivo, al que limpian y mantienen en buen estado. Su papel es fundamental para las defensas inmunitarias. Estas bacterias nos protegen de los ataques exteriores de las levaduras y las bacterias nocivas, y también participan en el buen funcionamiento de la digestión.
Se calcula que una flora intestinal en estado óptimo debe contener un 85% de bacterias buenas y un 15% de bacterias malas.
Nuestra flora intestinal es un capital inestimable que debemos cuidar a toda costa. Debemos nutrirla con alimentos escogidos y volver a sembrarla cada cierto tiempo con probióticos. Y es que las bacterias buenas resultan anuladas por los excesos, el alcohol y las comidas ricas en hidratos de carbono.
Si durante el período vacacional ha descuidado su flora intestinal, probablemente estará debilitada. Si las bacterias malas toman el control, la flora intestinal será incapaz de protegerle de la primera infección que sobrevenga y su digestión también sufrirá.
La vuelta al trabajo y a la rutina tras estos espacios de tiempo vacacional es una ocasión excelente para sentar una buena base. Por lo tanto, ahora es el mejor momento para repoblar la flora intestinal para encarrilarla de nuevo.

¿Cómo hacerlo?.

Hoy hablamos de cuatro probióticos y dos prebióticos que pueden ayudar a retomar bien el curso tras el paréntesis vacacional.
Los probióticos son bacterias vivas cuya función es colonizar el tubo digestivo, mientras que los prebióticos son nutrientes destinados a alimentar bacterias específicas una vez implantadas.

Cuatro probióticos.

Los probióticos son bacterias muy distintas entre sí, por lo que sus acciones son muy distintas según pertenezcan a una u otra cepa.

1.- Lactobacillus rhamnosus.
Esta bacteria se utiliza con frecuencia en los productos lácteos en Finlandia y en Estados Unidos, donde sus virtudes para reforzar la inmunidad son muy apreciadas.
El Lactobacillus rhamnosus protege de la diarrea y reduce la permeabilidad del intestino, producida por el síndrome del colon irritable o por el consumo de alcohol.
El British Medical Journal publicó en 2013 un estudio que señalaba que en las mujeres con sobrepeso que siguen una dieta, el Lactobacillus rhamnosus acelera de forma clara la pérdida de peso en relación con el placebo. No obstante, su efecto era nulo en los hombres.

2.- Bifidobacterium longum.
Esta bacteria beneficiosa se identificó hace más de 100 años en un lactante. De las 500 especies de bacterias intestinales, el Bifidobacterium longum es una de las más extendidas. 
Los estudios han mostrado que reduce la intolerancia a la lactosa, las alergias alimentarias, la colonización por bacterias patógenas y la incidencia de la diarrea.
Además, el Bifidobacterium longum tiene también la capacidad de disminuir el PH delintestino para hacerlo más ácido, lo que ralentiza la aparición del cáncer de colon.

3.- Lactobacillus acidophilus.
Un estudio ha mostrado que este probiótico permitía atenuar los problemas intestinales provocados por la ansiedad. El Lactobacillus acidophilus es también útil para facilitar la digestión de la lactosa.
Se adhiere con facilidad a la pared intestinal, lo que facilita su implantación cuando se realiza un tratamiento con probióticos para repoblar la flora intestinal.
Pero hay que tener cuidado, ya que aunque el Lactobacillus acidophilus es predominante en el tubo digestivo, no se conoce aún del todo. Por eso, por precaución, se desaconseja en mujeres embarazadas y en personas con síndrome de colon irritable, así como en caso de exceso de bacterias en el intestino o problemas inmunitarios.

4.- Bifidobacerium infantis.
La Bifidobacterium infantis es una bacteria probiótica que se encuentra en el intestino, tanto de niños como de adultos. Beneficiosa por los ácidos que produce, que impedirían el crecimiento de la población de bacterias dañinas dentro del colon, juega un papel muy importante en la digestión y el metabolismo.

Y dos prebióticos.

1.- Fructooligosacáridos.
Los fructooligosacáridos se encuentran de forma natural en las cebollas, la achicoria, los espárragos y los tomates. Se pueden obtener igualmente de las algas o de la caña de azúcar.
Los fructooligosacáridos son consumidos por las bacterias de la flora intestinal, y son excelentes prebióticos.

2.- Ribosa.
La ribosa es un azúcar útil para todos los organismos vivos, desde las bacterias a los seres humanos. Garantiza el metabolismo óptimo de la célula. Entra en la composición de la adenosina trifosfato (ATP), el carburante de la célula que permite responder a las necesidades de energía del organismo. Permite la fabricación del ácido ribonucleico (ARN) para la transcripción del código genético y sirve también para producir otras moléculas esenciales para los procesos metabólicos, como por ejemplo el NADH.
La ribosa es especialmente importante para estimular y reforzar las bacterias de la flora intestinal: las bacterias buenas que ingiramos proliferarán fácilmente en el tubo digestivo.

Impulsar el sistema inmunitario y mejorar la digestión.

Si estos cuatro probióticos tienen tantas virtudes por separado, imagine sus beneficios si actúan de forma sinérgica, “alimentados” además por los dos prebióticos que ha visto. Pues eso es exactamente lo que contiene BienestarPreBioPro, el complemento nutricional del que hablamos ahora. Se trata de un complejo que actúa gracias a la sinergia de estas cuatro cepas de bacterias (totalmente naturales), que intervienen de forma complementaria, y de los dos prebióticos que favorecen su desarrollo.
Al combinar probióticos y prebióticos, este complejo permite volver a sembrar bacterias buenas y nutrirlas para que proliferen en el tubo digestivo. El mantenimiento de la flora intestinal permite reforzar las defensas inmunitarias y mejorar la digestión.
La mezcla está cuidadosamente encapsulada para proteger las bacterias, lo que resulta esencial. Y es que las bacterias deben permanecer vivas y sanas desde el momento de la elaboración del producto hasta que sean ingeridas. Y no sólo eso, sino que deben poder atravesar la barrera digestiva sin ser destruidas por las enzimas y los jugos gástricos, a fin de implantarse en el intestino.
Para facilitar la supervivencia de los probióticos, se recomienda tomar una cápsula en ayunas por las mañanas, cuando las enzimas digestivas están aún “dormidas”. Con eso basta para ayudar a repoblar su flora intestinal. ¡La mejor decisión para sentar una buena base en su salud!.

¡A su salud!.

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